NUESTRO GRAN
INTERCESOR JESUCRISTO EL SEÑOR.
“Por lo cual
puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
Si usted es
hijo de Dios, ¡tenemos muy buenas noticias para usted! Porque Jesús vive, usted
vive. Porque usted es parte de Él y Él nunca morirá, usted nunca morirá.
Jesucristo es más que un Salvador, Él es Intercesor y Sumo Sacerdote.
El pastor
Adrián Rogers solía decir: “Me preocuparé de perder mi salvación, cuando Jesús
muera, y ¡Él no va a morir!”
¿Dónde está
Él hoy? A la diestra de Dios, “viviendo siempre para interceder por” usted.
EL ACTUAR
DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Usted puede
estar seguro en este mundo porque su salvación está arraigada en la
misericordia del Padre, obtenida por la obediencia del Hijo, y hecha posible
por el poder renovador del Espíritu Santo.
Por favor
lea Hebreos 7:26-28. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente,
sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;
7:27 que no
tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero
sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
7:28 Porque
la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del
juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.
Hebreos 8:1-2. Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es
que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la
Majestad en los cielos,
8:2. Ministro
del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el
hombre.
Alabemos a
Dios por la provisión de su Hijo como su Salvador y Sumo Sacerdote.
A ÉL ES A QUIEN
NOSOTROS LE HEMOS CREÍDO Y ESA ES NUESTRA FE.
"NO
NIEGUES TU FE"
Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante
de mi Padre que está en los cielos. - Mateo 10:33.
UNA HISTORIA
PARA RECORDAR NUESTRA FE.
El rey
Nabucodonosor hizo una estatua de oro en la provincia de Babilonia que medía
veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho, el momento de la dedicación
de dicha estatua su vocero proclamó lo siguiente: “¡Gente de todas las razas,
naciones y lenguas escuchen el mandato del rey! Cuando oigan tocar la trompeta,
la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y otros instrumentos
musicales, inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua de oro del
rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer, será arrojado
inmediatamente a un horno ardiente!”.
A los pocos
días, unos hombres se presentaron ante el rey y denunciaron a Sadrac, Mesac y
Abed-nego, tres judíos que habían sido delegados por él para hacerse cargo de
los negocios de Babilonia, indicando que no cumplían con el decreto emitido,
pues se negaban a servir a sus dioses y no rendían culto a la estatua de oro
que él había levantado. Nabucodonosor muy molesto mandó a llamarlos y les
preguntó: - ¿Es cierto, que ustedes se rehúsan a servir a mis dioses y rendir
culto a la estatua de oro que he levantado? Les daré una oportunidad más para
inclinarse y rendir culto a la estatua que he hecho, si se niegan, serán
inmediatamente arrojados al horno ardiente y entonces, ¿qué dios podrá
rescatarlos de mi poder?. Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron: -Oh
Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al
horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos
rescatará de su poder; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro que
jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted
ha levantado. Nabucodonosor se enfureció tanto que mandó a calentar el horno
siete veces más de lo habitual. Ordenó que algunos de los hombres más fuertes
de su ejército los ataran y arrojaran al horno ardiente totalmente vestidos.
Ya que el
rey, en su enojo, había exigido que el horno estuviera bastante caliente, las
llamas mataron a los soldados mientras arrojaban dentro a los tres hombres. De
esa forma Sadrac, Mesac y Abed-nego, firmemente atados, cayeron a las rugientes
llamas. De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de pie de un salto
y exclamó a sus asesores: - ¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos
dentro del horno? -Sí, su majestad, así es -le contestaron. -¡Miren! -gritó
Nabucodonosor-. ¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio del
fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios! Nabucodonosor
se acercó tanto como pudo a la puerta del horno en llamas y gritó: “¡Sadrac,
Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!”. Entonces
los altos funcionarios y autoridades los rodearon y vieron que el fuego no los
había tocado. No se les había chamuscado ni un cabello, ni se les había
estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo!. Y Nabucodonosor dijo: “¡Alabado
sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Envió a su ángel para rescatar a sus
siervos que confiaron en él. Desafiaron el mandato del rey y estuvieron
dispuestos a morir en lugar de servir o rendir culto a otro dios que no fuera
su propio Dios. ¡No hay otro dios que pueda rescatar de esta manera!”.
UNA PROMESA
PARA AFIRMAR NUESTRA FE.
Pues a sus
ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11.
Este es otro
claro ejemplo del amor y la fidelidad de Dios por sus hijos, porque no permitió
que fueran avergonzados sino que utilizó esta circunstancia para que muchas
personas lo conocieran y otras reconocieran que solo Él es Dios y no hay otro
como Él.
CONFESEMOS
QUE JESUCRISTO, ES NUESTRO ÚNICO SEÑOR Y SALVADOR, AL ÚNICO QUE SERVIREMOS.
En
determinados momentos tal vez nosotros también tengamos que elegir entre
confesar nuestra fe o negarla. Trae a tu memoria el gran sacrificio que Jesús hizo
por ti en la cruz de calvario y la promesa de salvación eterna que te prometió,
confiesa que Él es tu único Señor y Salvador, y al único que servirás.
Recuerda, el
poder de Dios nunca te llevará donde su gracia no te proteja.
Autor(a).
Brisna Bustamante S.
Sub Coordinadora
Call Center.
AHORA DIOS
NOS LLAMA A SANTIDAD Y NO A INMUNDICIA.
DEBEMOS
DECIR, NO, AL PECADO.
“Hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
ABOGADO tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y Él es la
PROPICIACIÓN por nuestros PECADOS; y no solamente por los nuestros, sino también
por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1-2)
UNA HISTORIA
PARA RECORDARNOS A VIVIR LIMPIOS.
Un artículo
titulado: “La cola era corta, pero la serpiente no”, captó de inmediato la
atención del pastor Rogers y se leyó todo el artículo. Parece que una señora en
África del Sur pasaba un día junto a un montón de paja, y vio la cola de una
serpiente. La señora buscó un palito para matar a la serpiente, y antes de que
se diera cuenta de lo que le sucedía, ¡se encontró luchando con una serpiente
pitón de seis metros de largo! Afortunadamente un hombre vino rápidamente y
mató a la serpiente con un poste de la cerca. De otra manera, la pitón hubiera
estrangulado a la señora.
Usted puede
pensar que su PECADO es “sólo un pecado pequeño”, pero queremos decirle que ese
pecado pequeño es parte de la misma serpiente grande. El pecado mató a Jesús, y
el PECADO lo ESTRANGULARÁ a usted. Su única esperanza es la salvación por medio
de Jesucristo.
¿Cómo
definiría usted las siguientes palabras: pecado, mediador, propiciación? Si
necesita alguna ayuda, lea:
1 Juan 3:3-6.
Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
3:4 Todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción
de la ley.
3:5 Y sabéis
que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
3:6 Todo
aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le
ha conocido.
Hebreos 13:6.
De manera que podemos decir
confiadamente: El Señor
es mi ayudador; no temeré, lo que me pueda hacer el hombre.
Y Romanos
5:6-8. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos.
5:7
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que
alguno osara morir por el bueno.
5:8 Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros.
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