EL
MATRIMONIO ES Y SIGUE SIENDO PARA DIOS UNA UNIÓN HASTA QUE LA MUERTE LOS
SEPARE.
PARA LA
SOCIEDAD ACTUAL, ES “UN ACTO PURAMENTE TRIVIAL”.
«Un acto
puramente trivial»
Por Carlos
Rey.
En la
América española de la primera mitad del siglo diecinueve, «el matrimonio era
un acto puramente trivial —comenta el coronel del Estado Mayor de Bolívar—.
Bastaba que en presencia del sacerdote los futuros desposados declarasen que
deseaban estar unidos; recibían una bendición, y la cosa estaba terminada. Se
casaban en cualquier parte: en la calle, en un baile.»
Así
representa en sus Memorias Juan Bautista Boussingault la actitud que prevalecía
en la sociedad de Lima en particular, y en la de la Gran Colombia en general,
frente a la institución del matrimonio. Parece haber influido en ella la
embriaguez y la soberbia que suelen permear el ambiente luego del soplo
glorioso de una victoria tan importante como la de la Batalla de Ayacucho.1.
¿Quién
hubiera pensado que las exigencias morales de aquella sociedad «liberada»
tenían la manga tan ancha como las de la sociedad moderna? Las diferencias
entre las dos se limitan a aplicaciones específicas que no son fundamentales,
como la tendencia actual a reemplazar en los votos matrimoniales la cláusula
tradicional «hasta que la muerte nos separe» con «hasta que ya no sintamos amor
el uno por el otro». La verdad es que da lo mismo que se trivialice la
ceremonia de bodas en sí o que se le reste importancia a los votos. En este
caso lo que distingue a la sociedad que da por sentado su independencia de la
que acaba de obtenerla después de haber luchado por ella es que la una cambia
la forma, mientras que la otra cambia la fórmula. Así que en vez de lamentarnos
de que las cosas van de mal en peor, debiéramos reconocer lo atinado que es el
refrán que dice: «No hay nada nuevo bajo el sol.»2.
Ahora bien,
de lo que sí debiéramos lamentarnos es que mientras la humanidad avanza en el
conocimiento, se queda estancada en la moral. Pero eso no debiera
sorprendernos, pues se debe a una cuestión que sí es fundamental: Todos hemos
heredado de nuestros primeros padres una naturaleza pecaminosa que procura
satisfacer sus propios deseos egoístas.3 Esa naturaleza impide que disfrutemos
de los más exquisitos deleites que Dios nos ha preparado. Nos hace pensar que
el matrimonio que Él instituyó tiene el propósito de someternos a los deseos de
otra persona. Y esto porque no comprende que Dios diseñó la relación conyugal
con el fin de que tuviéramos con quien compartir el incomparable placer de la
intimidad física, emotiva y espiritual.4.
¿Por qué no
contribuimos a levantar la moral de nuestra sociedad? En lugar de reducir el
matrimonio a un acto trivial, hagamos nuevos votos en un lugar solemne en presencia
de Dios. Declarémosle a Cristo que deseamos estar unidos a Él, y así Él podrá
bendecir nuestra unión conyugal.
1 Juan Bautista Boussingault, Memorias
(París: Chamerot y Renouard, 1903); citado por Jorge Bayley Lembeck, trad., en
el «Suplemento Literario Ilustrado» de El Espectador (Bogotá: marzo de 1927),
No. 5.504-118; citado por Alfonso Rumazo González en Manuela Sáenz: la
Libertadora del Libertador, 6a ed. (Caracas: Ediciones EDIME, 1962), p. 144.
2 Ec 1:9. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que
ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
3 Ro 8:1‑17. 8:15
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,
sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!
8:16 El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
8:17 Y si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Ro13:13‑14. Andemos
como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y
lascivias, no en contiendas y envidia,
13:14 sino
vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
4 Gn 2:24. Por tanto, dejará el hombre a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Mt 19:4‑6. El, respondiendo, les dijo: ¿No
habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
19:5 y dijo:
Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán
una sola carne?
19:6 Así que
no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre.
Mr. 10:6‑9. Pero al
principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
10:7 Por
esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
10:8 y los
dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
10:9 Por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
Ef 5:21‑33.
5:21 Someteos unos a otros en
el temor de Dios.
5:22 Las
casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
5:23 porque
el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la
cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella
5:31 Por esto dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
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