SIN PERO SIN
TACHA SIN PECADO Y PERFECTO ES SOLO DIOS.
«Sin pero,
sólo Dios del cielo»
Por Carlos
Rey.
Hubo una vez
un editor que, luego de haber corregido de principio a fin cierta obra suya,
estaba tan confiado de que no había quedado ningún error en el texto que mandó
estampar esta nota al final: «El presente volumen, acabado de imprimir el día
tanto de tantos, no contiene ninguna herrata». ¡Y escribió errata con h
inicial, y esa sí que no la lleva!
Esta
anécdota es la última que cuenta el escritor español Luis Junceda en su obra
acerca «del origen y la historia de más de 800 refranes» titulada Del dicho al
hecho. El lector desprevenido bien pudiera pasarla por alto debido a que no
aparece sino hasta el final, después de los índices, donde suele insertarse una
lista de errores tipográficos con la enmienda que de cada uno debe hacerse, llamada
Fe de erratas. Junceda ingeniosamente aprovecha esa página antes de la
contratapa para abordar su último refrán, que tiene que ver precisamente con
ese tema. Y se vale de la anécdota para asegurarnos que, si bien él se ha
esforzado al máximo por evitar que haya quedado una sola errata, no va a
atreverse a garantizar tal cosa, no sea que le suceda lo mismo que a aquel
editor.
El refrán
que la anécdota ilustra es: «Sin pero, sólo Dios del cielo». Pero como si ese
refrán no bastara, el incisivo autor asturiano nos deja a nosotros, a modo de
añadidura, otros dos refranes afines, y le da a Dios la gloria. «Así, pues,
lector amigo —concluye Junceda— cada uno venda lo que pregone, y a más no se
entone, que mejor es abajarse que descabezarse. Laus Deo.»1.
Lo cierto es
que tanto la sabiduría popular, de la que proceden nuestros refranes, como
Junceda, quien los recoge y estudia, tienen razón: El único sin pero, es decir,
el único que no tiene defecto alguno, es Dios mismo. Pero conste que es tan
cierto que sólo Dios es perfecto como lo es que los seres humanos, por el
contrario, no lo somos en absoluto.
Es que, por
una parte, las Sagradas Escrituras enseñan que Dios el Padre, que está en el
cielo, es perfecto.2. Y también dicen que su Hijo Jesucristo se rebajó voluntariamente
para hacerse hombre y llevar una vida perfecta.3. Pues Él sabía que sólo así
llegaría a ser el sacrificio perfecto para sufrir el castigo y borrar las
culpas por nuestros pecados.
Por otra
parte, las Sagradas Escrituras declaran que, a diferencia de Jesucristo, que
jamás pecó, todos nosotros, sin excepción alguna, somos pecadores.4. Pero
también dicen que Dios envió a su único Hijo al mundo para llevar nuestros
pecados en la cruz, a fin de que pudiéramos quedar perfectamente limpios de
esas erratas morales y espirituales.5. Más vale entonces que le pidamos perdón
y que, luego de darle las gracias, le demos también, así como Junceda, la
gloria que sólo Dios merece. ¡Laus Deo!
1 Luis Junceda, Del dicho al hecho
(Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 317.
2 Mt 5:48.
3 Fil 2:5-8.
4 Sal 14:1-3; 53:1-3; Ro 3:10-12,23.
5 Jn 3:16; 1P 2:24; 1Jn 1:9.
EL ES LA
ROCA, CUYA OBRA ES PERFECTA, JUSTO Y RECTO.
“Él es la
Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de
verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4).
El trabajo
de Dios es perfecto. Todas las cosas que Dios hace son perfectas. Su trabajo es
perfecto. Nuestros trabajos tienen fallas y errores. Incluso lo mejor que el
hombre puede hacer, es imperfecto. Tome una aguja de coser, que parece tan
perfecta y brillante. Póngala bajo un microscopio y afine el enfoque hasta que
pueda ver el intrincado detalle de esa aguja. ¿Qué es lo que verá? Usted verá
lo que parece ser la corteza áspera y resquebrajada de un árbol. Ahora, ponga
bajo el microscopio el pétalo de una rosa, y se maravillará al observar un
mundo microscópico de delicado diseño, porque el trabajo de Dios es perfecto.
Él nunca comete un error.
¿Usted se
siente hoy como “una equivocación”? Pídale a Dios que le otorgue un especial
ungimiento de Su presencia. Y recuérdese las siguientes cosas: “No soy un
error. Soy creado a Su imagen. Estoy en las palmas de Su amorosas manos y bajo
el amparo de Sus alas. Soy escogido y amado por el Señor Dios, para cumplir con
un propósito especial.”
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