LLAMADOS A
SER UN SIERVO Y UN ESCLAVO DE JESUCRISTO.
Téngannos
los hombres por servidores de Cristo. 1 Corintios 4:1.
El apóstol
Pablo era un "siervo" de Cristo. Era una función que escogió por
amor, no por temor.
¿Cómo lo
hace usted, por apariencia?
Había tal
vez millones de esclavos en el Imperio Romano. En su mayor parte, no se les
trataba como a personas, sino como objetos. Si un amo quería matar a un
esclavo, podía hacerlo sin temor al castigo. Aunque era un vocablo negativo
para los romanos, la palabra esclavo significaba dignidad, honor y respeto para
los hebreos, y los griegos lo consideraban un término de humildad. Como siervo
de Cristo, por tanto, Pablo paradójicamente se considera exaltado y envilecido.
Esa es la ambivalencia que afrontará todo representante de Jesucristo.
Cuando
pienso en el honor que se me ha dado de predicar el evangelio de Jesucristo, me
siento a veces abrumado. No hay más alto llamamiento en la vida que proclamar
el evangelio desde el púlpito y poder enseñar la Palabra de Dios bajo el poder
del Espíritu Santo. Pero hay también una paradoja que exige que un ministro de
Cristo comprenda que no merece servir. Debe tener la debida perspectiva de ser
un esclavo indigno que tiene el privilegio incomprensible de proclamar el evangelio.
“Alegraos,
justos, en Jehová, y alabad la memoria de su santidad” (Salmo 97:12).
Años atrás,
la revista Selecciones publicó un artículo en el que se decía que para que una
persona sea feliz y tenga satisfacción, tres cosas eran necesarias. Primero, necesitaban
algo en qué creer. Segundo, necesitaban alguien a quien amar y, tercero,
necesitaban algo que valga la pena realizar. Eso es verdad, no porque la
revista lo haya mencionado, sino porque la Palabra de Dios lo afirma. Debe
haber algo más en la vida que el siguiente aliento o el próximo paso. Y su
nombre es Jesucristo. Él es, por cierto, el cumplimiento de esas tres
necesidades. Jesús es el único en quien creer, Él es a quien debemos amar, y a
quien vale la pena servir. ¿Usted anhela la felicidad? Jesucristo satisface
toda necesidad en su vida.
¿En qué
gastó sus energías la semana pasada, tratando de ser feliz? ¿En los centros
comerciales? ¿En el estadio de fútbol? ¿En la playa o en las montañas? No hay
nada de malo en estas cosas si están balanceadas por una vida de oración, de
estudio de la Palabra de Dios y de servicio a otros menos afortunados que
usted, o evangelizando a los perdidos. Haga un compromiso hoy de re-dedicar su
vida a Dios.
“Por lo
cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor
número” (1 Corintios 9:19).
Existen tres
razones para la obediencia: un esclavo obedece
porque tiene que hacerlo. Un empleado obedece porque necesita hacerlo.
Pero un hijo amoroso obedece porque quiere hacerlo. Muchos de nosotros vivimos
como esclavos, a pesar de que Jesús dijo: “Ya no os llamaré siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas
las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).
“Yo no
trabajo para alcanzar mi salvación. Ese trabajo ya fue hecho por mi Señor. Pero
trabajaré como un esclavo por el amor a Dios.”
¿Qué es lo
que usted está tratando de hacer hoy para “ganar” la salvación de Dios para su
alma? El sacrificio expiatorio de Jesús, por su pecado, fue completado en la
cruz hace más de 2.000 años. Pase este día alabando a Dios por haber enviado a
su Hijo para que muera en lugar suyo.
“Sabiendo
que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”
(1 Pedro 1:18-19).
¡Emancipación!
¿Qué cuadro le trae a la mente esa palabra? Muchos piensan en los esclavos.
Pero, ¿sabía que la cruz de Jesucristo ha emancipado a cada creyente? En 1
Pedro 1:18 la palabra rescatados es la misma palabra usada para emancipar a un
esclavo. Jesucristo le ha redimido y le ha “rescatado de vuestra vana manera de
vivir”, eso significa “de su vida vacía”: respirar y ganar un salario, sin
interesarse seriamente en esto que se llama “la vida cristiana”. Mi amigo, es
hora de que usted experimente la emocionante vida a la cual Dios le ha llamado.
La abundante vida por lo cual murió Jesús para dársela. Es extraordinario el
servir a Aquel que nos ha redimido con la plata de sus lágrimas y el oro de su
sangre.
¿Está usted
sirviendo a Dios hoy? Usted es un ministro, un sacerdote. Usted es las manos,
los pies y la boca de Jesús en un mundo que necesita de un Salvador. Pídale a
Dios que le use hoy, y marche, en fe, hacia las maravillas que Él haga.
Gálatas 4:7:
“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y sí hijo, también heredero de Dios por
medio de Cristo.”
¿Es usted
salvo? Entonces usted es un santo. Sabemos lo que está pensando: “Pero yo no
puedo decir eso, puesto que Cristo quiere que sea humilde.” Déjenos explicarle
lo que es la verdadera humildad: es aceptar lo que Dios dice acerca de usted. Y
Dios asegura que usted es un santo. Ahora bien, eso no lo convierte en una
persona sin pecado, sino que lo hace una persona justificada, perdonada. Ante
los ojos de Dios (y eso es lo único que cuenta) usted es un santo. Dios lo ve
como una persona perfecta porque Él lo ve cubierto con la justicia de su Hijo.
¡Gloria a Dios por su inefable amor hacia nosotros!
Párese
frente a un espejo y diga en voz alta: “Yo soy un santo.” Disperse las Buenas
Nuevas a su familiares y amigos creyentes, que ellos también son santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario