LOS
PEREGRINOS DIFERENTES A LOS TURISTAS Y MUNDANOS.
EL LIBRO DE
LOS PEREGRINOS ES LA PALABRA DE DIOS.
“La ley de
Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo” (Salmo 19:17).
Un creyente
en una ocasión dijo: “No tengo mayor placer que el de estar en un rincón con el
Libro.” ¿Piensa usted de la misma manera? La Biblia es el libro que los
mártires sujetaron contra sus pechos, mientras las llamas quemaban sus cuerpos.
Este es el libro en el cual los santos reposaron sus cabezas al pasar de aquí a
la eternidad. Este es el libro que da pan al hambriento, agua al sediento,
dirección al peregrino, fortaleza al débil, vida al moribundo, y es arma en las
manos del guerrero. El Libro de Dios da gozo al corazón. Es completamente
fidedigno, existen más de 6.000 promesas en la Biblia y ni una sola de ellas
jamás ha sido quebrantada.
Encuentre
siete promesas en la Palabra de Dios. Escríbalas y trate de memorizarlas: una
cada día de esta semana.
LAS
INSTRUCCIONES PARA EL PEREGRINO.
“Amados, yo
os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos
carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11).
Dios le
salvó en este mundo y lo mantiene en este mundo para que le diga al mundo que
Jesús salva.
1.Él lo derrama a usted como preciosa semilla.
2. Usted es
un embajador del Rey de reyes en tierra extraña.
3. Usted no
sólo es derramado como preciosa semilla, sino que también es derramado como un
santo que persevera.
4. Usted es
un extranjero en la tierra donde marcha a un ritmo de vida diferente. Usted no
se “radica” en este mundo, porque este mundo no es su hogar.
5. Sólo
somos peregrinos aquí. Usted debería orar: “Señor, si estoy construyendo un
nido, pon una espina en él.” Si usted se entretiene y deleita en este mundo,
aunque su ciudadanía está en el cielo, usted tendrá un pie en el mundo y el
otro en el cielo. O sea, tendrá suficiente religión para sentirse miserable en
el mundo, y tendrá lo suficiente del mundo como para sentirse miserable en su
vida espiritual.
¿Alguna vez
se ha sentido como un nómada? Tal vez usted está en el ejército, o en ventas, o
trabaja en la industria del transporte. A lo mejor ha tenido que cambiar de
lugar muchas veces por razones financieras o familiares. Dios quiere que sepa
que usted siempre tendrá un hogar con Él, dondequiera que esté. Lea 1 Pedro
1:12-21.
PEREGRINOS
SOMOS.
Por Carlos
Rey.
La batalla
rugía con todo su furor. Los soldados avanzaban contra el enemigo. Al ponerse
el sol, la oscuridad los obligó a descansar hasta el día siguiente. Era
peligroso tratar de ganar más territorio de noche, así que el comandante de la
tropa ordenó que todos cavaran una trinchera. Cuando ya los demás habían
terminado, quedó un solo soldado que seguía cavando cada vez más hondo.
El
comandante pensó que el joven soldado tal vez hubiera dado contra una piedra o
que le hubiera tocado un terreno más duro que el de sus compañeros. Pero cuando
vio que sacaba tierra suave y fresca, le preguntó:
—¿Acaso no
ha llegado a la profundidad necesaria?
—Sí —le
contestó el soldado—, pero prefiero que la trinchera quede bien honda y segura.
A lo que el
comandante replicó:
—Recuerde,
soldado, que no vamos a estar aquí más que una sola noche.
Esta
anécdota nos hace reflexionar sobre la tendencia que muchos tienen a
profundizarse en las cosas de esta vida. Tanto es así que pareciera que fueran
a pasar toda una eternidad en esta tierra. No les cruza por la mente el que
seamos peregrinos. Se afianzan a todo lo que ofrece este mundo. Se aferran a
las cosas materiales. Se sujetan a esta tierra con ligaduras tan fuertes que
algunos, al tener que soltarlas por alguna tragedia o por alguna adversidad
económica, no soportan el cambio y deciden ponerle fin a su vida.
A los que
tienen este sentir, y aun a los que no hemos llegado hasta ese extremo de
desesperación, nos conviene atender a estas sabias palabras de Jesucristo: «No
acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y
donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a
robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.... Busquen
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas.»1.
Lo cierto es
que sólo estamos de paso en esta tierra. Vamos rumbo a nuestro destino final.
La muerte no es un cese de actividades sino una transición. Ni constituye el
fin de la vida sino sólo un traslado a otra esfera. Si durante esta vida hemos
pensado únicamente en lo terrenal y no nos hemos reconciliado con Dios por el
único medio que Él ha provisto, que es su Hijo Jesucristo, entonces, cuando
pasemos a la otra vida, Cristo tendrá que decirnos: «Yo di mi vida por ti en la
lucha que libré por tu alma, pero tú no me reconociste. Por eso ahora no puedo
reconocerte a ti ante mi Padre aquí en el cielo.»2.
En cambio,
si hemos reconocido a Cristo como nuestro único Salvador y hemos vivido como
peregrinos que anhelan una patria mejor, entonces Cristo nos reconocerá ante su
Padre y nos dará la bienvenida a la patria celestial que nos ha preparado.3.
1 Mt 6:19-21,33. 6:19 No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan;
6:20 sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan.
6:21 Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
6:33 Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas.
2 Mt 10:32‑33. A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los
cielos.
10:33 Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante
de mi Padre que está en los cielos.
3 He 11:13‑16.
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
11:14 Porque
los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
11:15 pues
si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver.
11:16 Pero
anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
PREPARANDONOS
PARA EL DÍA FINAL ANUNCIADO POR EL SEÑOR.
“Más el fin
de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro
4:7).
G. Campwell
Morgan fue un gran expositor de la Palabra de Dios, y alguna vez dijo: “Nunca
recuesto mi cabeza en la almohada sin pensar que tal vez antes de despertar, mi
mañana final haya llegado. Nunca comienzo a trabajar sin pensar que Él puede
interrumpir mi trabajo para hacer el Suyo.”
Cada noche,
al irnos a acostar, deberíamos decir: “Jesús puede venir esta noche.” Y cada
día al ir a nuestros respectivos trabajos, deberíamos pensar que ese día
pudiera ser el último día de trabajo para nosotros. Debemos estar apercibidos
para Su regreso.
¿Está usted
orando por el retorno de Jesús? Si usted le ama, debería estar anhelando Su
regreso y orando: “Sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).
Si éste
fuera su último día sobre la tierra, ¿qué es lo que haría diferente? ¿Cómo
invertiría su tiempo? ¡Piénselo! Luego viva como si Jesús fuera a venir
cualquier momento. ¿Y sabe qué? ¡A lo mejor lo hace!
TODO ES POR
LA OBRA DE JESUCRISTO EL SEÑOR.
SOMOS HECHOS
JUSTICIA DE DIOS EN JESUCRISTO.
“Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).
ES LA OBRA
DE JESUCRISTO Y NO NUESTRA RELIGIOSIDAD.
¿Alguna vez
se ha acostado al final de un largo día y satisfecho se dice: “Bien, hoy fui
una buena persona, así que si muero esta noche iré al cielo?” Si lo ha hecho,
no está solo. Me atrevo a afirmar que la mayoría de personas creen que si van a
la iglesia, diezman su dinero y hacen bien a otros, que Dios les permitirá
entrar al cielo. Con todo, si ser religioso nos puede llevar al cielo, por qué
fue un hombre tan religioso como Pablo confrontado cuando viajaba camino a
Damasco y el Señor le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos
9:4b). Aún más importante, si pudiésemos salvarnos a nosotros mismos realizando
buenas obras Dios no tenía necesidad de enviar a su Unigénito al mundo como
sacrificio substituto por usted y por mí. No, es la justicia de Jesús lo que
nos salva.
No es hasta
que admitamos nuestro pecado que vamos a conocer la misericordia y el perdón
del Rey. Póstrese ante Él hoy y admita que está perdido sin Él y que su
salvación fue comprada exclusivamente con la sangre de Cristo.
TODA LENGUA
CONFIESE QUE JESUCRISTO ES EL SEÑOR, PARA GLORIA DE DIOS PADRE.
“ ¡TODO
SUCEDE PARA LA GLORIA DE DIOS!”
“Por cuanto
agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:19).
¿Sabe usted
por qué suceden todas las cosas? Es para traer gloria a Dios el Padre, Dios el
Hijo, y Dios el Espíritu Santo. De hecho, la Palabra de Dios nos dice que
Jesucristo debe tener preeminencia en toda la historia. El todo de la historia
culmina exclusivamente en eso. ¿Sabe la razón por qué el mundo fue creado?
¡Jesús! ¿Sabe por qué ministra el Espíritu Santo? ¡Jesús! ¿Sabe para qué habrá
un día de juicio final? Para que “toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:11). Hitler y Hemingway lo
confesarán. Buda y Mahoma lo confesarán. Ningún ser humano puede cambiar ese
certísimo futuro: toda la creación reconocerá que Jesús es el Señor.
La próxima
vez que alguien le pegunte por qué suceden ciertas cosas, dígales: “¡Para la
gloria de Dios!”
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