A la mayoría de nosotros le gusta comer cada día. Puede que no estemos orgullosos de nuestra dieta, pero por lo general evitamos el hambre de una manera u otra. En realidad, muchos de nosotros comemos tres o más comidas al día, ya sea que tengamos hambre o no. Los estudiosos de la nutrición dicen que nuestro apetito no es la mejor pauta para lo que deberíamos comer. Los corredores de larga distancia dicen que si esperan hasta tener sed para comenzar a beber, es demasiado tarde, ya están deshidratados. Se han perdido muchas carreras porque un atleta no bebió antes de tener sed. ¿Cómo se aplica todo esto a la Biblia y al tema de la alimentación espiritual? Dios tiene mucho que decir acerca del cuidado y la alimentación de nuestras almas.
Una vez Jesús tuvo un encuentro interesante con el diablo. Jesús había estado ayunando (una disciplina espiritual sobre la que puede leer más en otra parte de este sitio web) durante muchos días y tenía hambre. En ese momento de debilidad y necesidad física, el diablo apareció para tentar a Jesús. Su primera tentación parecía un desafío práctico y casi insignificante para Jesús: “Si eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan” (Mateo 4:3). El desafío fue una prueba sencilla con resultados agradables a corto plazo (¿alguna vez has probado pan acabado de hornear en un horno de piedra?); sin embargo, Jesús reconoció las consecuencias devastadoras a largo plazo. Él respondió: “¡No! Las Escrituras dicen: «La gente no vive sólo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios»” (Mateo 4:4).
En la corta respuesta de Jesús encontramos varias lecciones importantes para nosotros: (1) Jesús usó la palabra de Dios para responder a una tentación. Él no discutió. ¿Por qué? Porque (2) Jesús comprendió que una tentación siempre hace un zoom y amplía una debilidad potencial. El diablo tenía como objetivo dos posibles lugares de vulnerabilidad en Jesús: el hambre física y las dudas sobre su identidad. Si Jesús hubiera tenido alguna inseguridad sobre su identidad, se habría convencido de que crear pan de las piedras lo probaría. (En realidad, eso hubiera probado que él no estaba seguro de quién era.) (3) Jesús puede no haber tenido una Biblia con él, pero tenía la palabra de Dios en él. El verdadero centro de la alimentación espiritual, que resulta de “cada palabra que sale de la boca de Dios”, no se relaciona tanto con cuánto de la palabra de Dios pasa por su mente como con cuánto de esta se queda allí. No se trata meramente de ingerir (leer) sino de digerir (estudiar, meditar) la palabra de Dios, que realmente nos alimenta en el sentido espiritual. (4) Jesús demostró que aunque tenía hambre física, a pesar de todo estaba bien nutrido en lo espiritual con la palabra de Dios.
Considere relacionar de alguna manera sus comidas espirituales con sus comidas físicas. ¿Qué sucedería en su vida espiritual si usted tuviera una porción de la palabra de Dios antes de una de sus comidas cada día? ¿Cómo está usando usted la palabra de Dios para responder a los desafíos y tentaciones en su vida? Sin dudas que esto no solo es una forma excelente de obedecer lo que Jesús enseñó, sino también una manera significativa en la que usted puede crecer para llegar a ser como él. Cualquier costumbre de Jesús vale la pena tenerla.
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