«Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.» (Lucas 18:1)
Así como mediante la lectura bíblica Dios nos habla a nosotros, mediante la oración nosotros hablamos con Dios y tenemos comunión con Él. Por eso, al igual que la lectura de la Biblia, la oración es una disciplina que debemos practicar a diario. Es importante que consideremos cada ocasión en que nos disponemos a orar como una cita especial a la que por nada del mundo podemos faltar, y cada cita como una nueva oportunidad de pedirle dirección al Espíritu Santo. Lo cierto es que nos conviene orar cuantas veces podamos durante el día. La Biblia nos dice que Cristo apartaba tiempo para orar con frecuencia tanto en público como en privado, y nos insta a hacer lo mismo. «Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar» (Marcos 1:35). Cuando los discípulos le pidieron al Señor que les enseñara a orar, Él les puso como ejemplo el Padrenuestro (Lucas 11:1-4).
Basándonos en ese modelo, le recomendamos que incluya lo siguiente en sus oraciones:
1. Adoración (declararle a Dios lo maravilloso que Él es: puede incluir cantos)
2. Confesión (admitir nuestras faltas conforme el Espíritu nos las revela)
3. Gratitud (agradecerle a Dios sus múltiples beneficios)
4. Petición (personal y por los demás)
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