martes, 4 de enero de 2011

LO MEJOR PARA EL MUNDO VS LO MEJOR PARA DIOS.

Se cuenta que en un pueblo lejano, el rey convoco a todos los jóvenes a una audiencia privada para darles un importante mensaje. Muchos jóvenes asistieron y el rey les dijo: “Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido. La planta más bella ganará la mano de mi hija”. Y así se hizo, pero había un joven que plantó su semilla y esta no germinaba, mientras los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían crecido en sus macetas. A los seis meses todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. El joven estaba demasiado triste pues, como su semilla nunca germinó, ni siquiera quería ir al palacio. La madre del joven le insistía a éste que acudiera, pues también había sido participante del reto. Con la cabeza baja y muy avergonzado, desfiló en último lugar hacia el palacio con su maceta vacía en las manos. Cuando los otros muchachos lo vieron estallaron en risas y burlas, causando un alboroto que sólo pudo ser interrumpido por el ingreso del rey, ante el cual todos hicieron reverencia. El rey se paseó entre todas las macetas admirando cada una de las plantas. Finalizada la inspección hizo llamar a su hija y llamo de entre todos al joven que llevo su maceta vacía. Atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción. El rey dijo entonces: “Este es el nuevo heredero del trono y se casara con mi hija, pues a todos ustedes se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas; pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece”.

Es mejor, como se ve, la sinceridad y la humildad que un montón de pretendidos alcances. Con la vida cristiana ocurre algo parecido: la fe no necesariamente produce resultados que puedan ser admirados por el mundo (aunque últimamente muchos falsos profetas afirman que Dios nos hará ricos para que el mundo quiera ser como nosotros). El mundo nunca entenderá por sus propios medios cómo es que los cristianos creemos que es mejor sufrir por Cristo que gozarnos en los deleites temporales de esta vida. Pero los verdaderos discípulos del Señor sabemos que así es, y aún está escrito.

Sal 84:10 Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.

Un hijo de Dios escogería antes estar a la puerta de la casa de su Dios que habitar en las moradas de maldad. La versión PDT dice:

Sal 84:10 Un día en tu templo es mejor que mil días en cualquier otro lugar. Preferiría ser el portero de la casa de mi Dios que vivir en la casa de un perverso.

¡El salmista David prefería el lugar más humilde en la Casa de Dios que vivir y compartir con los perversos! Veamos otro ejemplo en la vida de Moisés:

Heb 11:24-26 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.

La versión PDT dice:

Heb 11:24-26 Por la fe, cuando Moisés creció rechazó los honores de ser llamado nieto del faraón. Moisés decidió no disfrutar los placeres pasajeros del pecado; al contrario, escogió sufrir junto al pueblo de Dios. Prefirió sufrir por el Mesías que tener todos los tesoros de Egipto porque estaba esperando la recompensa de Dios.

A la luz de los intereses que el mundo persigue, de seguro, Moisés habría tomado una decisión absurda, contraria a su placer y a su prosperidad material. Pero este hombre sabía lo que es mejor.

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