¿A CUÁL
GENERAL VAMOS A SEGUIR?
Por Carlos
Rey.
El General
Tsao Tsao iba delante de su cansado regimiento de soldados. La marcha era larga
y sólo él iba a caballo. Los soldados estaban desalentados y tenían mucha sed
debido al intenso calor que los agobiaba. De repente el general, divisando el
panorama desde lo alto de su montura, les dijo: «Puedo ver un frondoso jardín
con una fuente de agua y frutas en abundancia.» Con esto los hombres recobraron
el ánimo y aligeraron el paso; pero transcurrió una hora sin que llegaran al
anunciado jardín. La verdad era que no había ningún jardín. Se habían dejado
engañar, y terminaron más desconsolados y sedientos que nunca. Su general los
había engañado.
Esta
anécdota la cuenta la señora Chang Kai-Chek en su libro titulado Hablando con
Dios. La pregunta que muchos se harán acerca de la conducta del general es: A
la hora de la verdad, ¿qué importó que engañara a sus soldados con tal de
lograr los objetivos que perseguía? ¿Acaso el fin no justifica los medios?
La respuesta
la encierra la pregunta misma, que da por sentado que habrá una «hora de la
verdad». Con sólo decir: «A la hora de la verdad», reconocemos el hecho de que
tarde o temprano se sabe si algo es verdad o mentira. Y todos estamos
conscientes de que sólo el ingenuo se deja engañar la segunda vez por la misma persona.
Por eso se dice: «Si me engañas una vez: ¡qué vergüenza la tuya! Si me engañas
dos veces: ¡qué vergüenza la mía!»
Esta vida es
una marcha que a veces se vuelve larga y forzosa; nosotros somos los soldados
bajo las órdenes de un general. Pero a diferencia de los soldados de Tsao Tsao,
nosotros no tenemos que seguir forzosamente a ningún general, sino que podemos
escoger a qué general vamos a seguir. Sin embargo, hay sólo dos generales a los
que podemos seguir; el uno digno de confianza y el otro no. El uno es Dios; el
otro es el diablo.
Ahora bien,
Dios nos creó con libre albedrío para decidir a cuál de los dos seguir: a su
Hijo Jesucristo, o a su archienemigo Satanás. Cristo dice la verdad porque Él
es la verdad misma. En cambio, el diablo miente porque no puede hacer otra cosa
que mentir. Cristo mismo lo califica de «padre de la mentira», que «cuando
miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso».1.
En vez de
seguir al general que nos promete un oasis en este mundo, y a la hora de la
verdad nos conduce a ese desierto que es el infierno, ¿por qué no seguir al que
nos advierte que este mundo es un desierto en el que sufriremos aflicciones,2.
y a la hora de la verdad nos conduce a ese oasis que es el cielo? De hacerlo
así, no tendremos que pasar la vergüenza y el horror de ser engañados dos veces
por el enemigo de nuestra alma.
1 Jn 8:44. Vosotros sois de vuestro padre
el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida
desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en
él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de
mentira.
2 Jn 16:33. Estas cosas os he hablado para que en
mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo.
SU AMOR ES
INCONDICIONAL, A ÉL SEGUIREMOS.
Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. - Juan 3:16.
La biblia
relata que uno de los malhechores que estaba colgado junto a Jesús lo insultaba
diciendo: - Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo
el otro, lo reprendió, diciendo: - ¿Ni siquiera estando en la misma condenación
temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos
lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo.
Y dijo a
Jesús: - Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.
Entonces Jesús le dijo: - De cierto te digo que
hoy estarás conmigo en el paraíso.
La respuesta
que tuvo Jesús superó las esperanzas de este hombre, porque le dijo: “Hoy
estarás conmigo en el paraíso”. Posiblemente el malhechor esperaba una
salvación futura, pero Jesús le prometió llevárselo ese mismo día.
Este acto
refleja la gracia de Dios, que es su amor, su favor inmerecido para con este
pecador y para todo aquel que lo reconoce como su Salvador.
Lo que
ninguna persona ha sido capaz de hacer hasta ahora, Dios lo hizo por todos
aquellos que recibimos su Palabra con un corazón arrepentido y humillado. Él
borra nuestras faltas: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí
mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25) y nos ofrece el
privilegio de empezar una nueva vida. No tiene más en cuenta nuestros pecados,
sino que los olvida; y por su gracias, a menudo borra algunas consecuencias: “De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
El camino
más corto para llegar al trono de la Gracia Divina, es reconocer que soy
pecador, que lo necesito y que haga por mí, lo que yo no puedo hacer con mis
propias fuerzas.
La salvación
es gratuita, no podemos hacer nada para adquirir el favor de Dios; solo debemos
recibirla por medio de la fe, como un don que proviene de Él y agradecérselo
cada día.
Salvación,
gracia, amor, esperanza, cruz.
Autor(a)
Brisna Bustamante S.
Sub
Coordinadora Call Center.
No hay comentarios:
Publicar un comentario