EL DÍA MÁS
ESPERADO POR TODA LA HUMANIDAD DÍA DE SALVACIÓN.
Cada año de
Su vida Jesús iba a Jerusalén para la Pascua. Cada vuelta del camino era familiar
para Él como ir a casa.
Hasta ese
año Jesús había evitado la publicidad y se había negado a hacerse un nombre.
Nunca había llevado una gran pancarta o coreografiado una entrada. Pero hoy era
diferente.
Por primera
y única vez, este domingo, Jesús aceptó las alabanzas del público en general.
Pidió un burro para montar, cumpliendo la predicción que el profeta Zacarías
dijo quinientos años atrás, de que el Rey vendría, humilde y montado en un
borrico. Jesús sabía bien la declaración que estaba haciendo. Estaba
revelándose como el Mesías, el largamente esperado Rey de Israel.
Así que dejó
que la multitud eleve palmas y entone Sus alabanzas. Les dejó anunciar:
"¡Hosanna en las alturas!" En cumplimiento del Salmo 118:26:
"¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Les dejó decirlo. Les
dejó gritarlo. Era casi una muchedumbre.
Sin embargo,
en algún punto en el camino, a Jesús lo impactó la realidad del inminente
cambio de corazón de ellos. Él había venido para salvarlos, respondiendo a sus
gritos: "Hosanna: ¡Sálvanos ahora!" pero sabía que dentro de pocos
días ellos finalizarían su rechazo del Mesías. El viernes ellos darían un
portazo a Su oferta de salvación.
Jesús sabía
exactamente qué día era.
La línea el profeta
Daniel había escrito una predicción meticulosa del día exacto cuando el Mesías
aparecería en Jerusalén. Exactamente 483 años calendario judío desde la
reconstrucción de Jerusalén en marzo de 444 a. C.: "el Mesías
Príncipe" (Daniel 9:25) aparecería. Si los líderes judíos hubieran tomado
en serio el reto de Daniel para "saber y discernir" el tiempo, Jesús
habría remontado la colina ese día para ver una pancarta proclamando
"¡Bienvenido, Mesías!" cubriendo las murallas de Jerusalén. En lugar
de eso, los líderes judíos reprocharon la noción que el pueblo con tanta
facilidad abrazó. No querían tener nada que ver con Jesús como el "Hijo de
David." Querían un rey como todas las otras naciones tenían.
Difícilmente
parecía una "entrada triunfal" después de todo.
Y diciendo:
El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed
en el evangelio. Marcos 1:15
Véase Salmo
118:25-26, Daniel 9:25, Zacarías 9:9-10;
Mateo 21: 1- 3.
LA ENTRADA TRIUNFAL ES PARA JESÚS Y NO PARA
NOSOTROS.
EL BURRO DE
LA ENTRADA TRIUNFAL.
Por Carlos
Rey.
«Cuenta una
curiosa fábula que la mañana de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén sobre
el humilde lomo de un asno, cuando el borriquillo regresó, todas las bestias se
le acercaron para informarse de lo que había acontecido. El burro comenzó a
pavonearse entre sus congéneres y, asumiendo poses de importancia, les dijo:
“Ustedes no saben lo importante que le he parecido a la gente esta mañana.
Todos corrían para verme pasar, y nadie permitió que mi fino casco se manchara
con la inmundicia del suelo. Todos arrojaban sus mantos para que yo pasara
sobre ellos.”
»Una vaca le
preguntó: “¿Y cuándo tiraban sus mantos para que tú pasaras sobre ellos, que
decían?” “Bueno —respondió el burro con más orgullo aún—, decían: “¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
»Al escuchar
eso, todos los animales soltaron una estruendosa carcajada. “¡Qué tonto eres!
—dijo uno de ellos—. Aquella gloria no era para ti. Era para el que cabalgaba
sobre tu lomo. Era para Jesús, el Hijo de Dios.”»
Esta fábula
la contó el Hermano Pablo por la radio tres años después de que su primer
programa radial, transmitido el primero de julio de 1955, se convirtiera en UN
MENSAJE A LA CONCIENCIA. Lo extraordinario del caso es que, transcurridos más
de cincuenta años de transmisión continua de programas que comienzan con
historias parecidas, su autor no haya dejado de identificarse con el burro de
la fábula.
En una
entrevista en 1978 con un reportero del Orange County Register del sur de
California, periódico del condado en que está la sede de la Asociación, el
Hermano Pablo, con la humildad de siempre, le cuenta al periodista la fábula
del burro de la entrada triunfal, y luego se la aplica a sí mismo diciendo: «En
cierto sentido, los que servimos a otros... somos como ese burro, y debemos
tener cuidado de reconocer que el mensaje que llevamos —nuestro jinete, por así
decirlo— es más importante que nosotros. Eso siento yo en mi ministerio
—concluye el Hermano Pablo—: que de cierto modo yo soy ese burro, que lleva a
cuestas la Palabra...»1.
Así que no hay
duda de que el Hermano Pablo tenga un concepto de sí mismo diametralmente
opuesto al que reflejan las siguientes palabras de un homenaje que se le hizo
en el diario La República de San José, Costa Rica:
... el
Hermano Pablo... abandona los caminos trillados de la oratoria religiosa...
para convertirse en una dinamo que enciende las apagadas luces de la mente con
lo insólito.
Es un
martillo que golpea la conciencia de todos.
Un
orientador sin demagogia barata, sin poses de santo y con dimensión de maestro...
... una voz
de paz y amor en un mundo de sangre y violencia....
Escucharlo...
resulta refrescante....
... Porque
este Hermano Pablo... que esparce su voz por todo el mundo de habla hispana, es
un hombre dedicado a Cristo, pero con los pies bien pegados a la tierra.2.
1. George Grey, «CM Man's Messages Reach 50
Million» (Los mensajes de un habitante de Costa Mesa llegan a 50 millones de
personas), The Register 23 abril 1978: B1.
2. «Pentagrama», La República (San José,
Costa Rica) 4 febrero 1982.
Salmo 115:
1. No a nosotros, oh Jehová, no a
nosotros,
Sino a tu
nombre da gloria,
Por tu
misericordia, por tu verdad.
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