miércoles, 23 de marzo de 2016

LO QUE HA HECHO EL PODER DE DIOS EN JESUCRISTO Y EN NOSOTROS.

LO QUE HA HECHO EL PODER DE DIOS EN JESUCRISTO Y EN NOSOTROS.
“Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en Él, pero viviremos con Él por el poder de Dios para con vosotros” - (2 Corintios 13:4).
¿Está enfrentando un problema que necesita resolver? Podemos aprender mucho en cuanto a cómo resolver problemas, leyendo sobre el milagro que Jesús realizó cuando alimentó a 5.000 personas. Cuando Jesús y los discípulos estuvieron con miles de personas hambrientas, Él le preguntó a Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (Juan 6:5).Amigo, le diré que Jesús no estaba pidiendo información. Él ya sabía lo que iba a hacer. Más bien estaba tratando de darle a Felipe la revelación que nosotros nunca debemos evaluar nuestros problemas a la luz de nuestros propios recursos o fortaleza. No tenemos ningún derecho de pedirle al mundo que crea nuestro mensaje a menos que haya algo en nosotros que es inexplicable y sobrenatural. Debe haber una dimensión divina en nuestras vidas.
¿Qué es lo que Proverbios 3:5-6 le dice que debe hacer cuando está enfrentando un problema?
3:5 Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.
3:6 Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.
UN CORAZÓN PARA EL DIOS VERDADERO.
EL FUEGO DE LOS QUICHÉS.
Por Carlos Rey.
Estaban muertos de frío, así que se presentaron ante los dioses para suplicarles que les dieran fuego. Los dioses les dieron el fuego anhelado después de exigir que les rindieran culto, pero luego les hicieron una mala jugada: hicieron caso omiso de sus danzas de alegría y sus cánticos de gratitud, y al rato cayó un aguacero con granizo, de modo que se volvieron a extinguir las hogueras de los pobres indios.
Cuando ya de tanto temblar y de tiritar no podían soportar más el frío ni la helada, volvieron a rogarles a los dioses que se apiadaran de ellos y les dieran siquiera un poco de fuego. Pero esta vez los dioses les exigieron sacrificios humanos, es decir, que a las víctimas les abrieran el pecho con un puñal y les ofrendaran el corazón. Sólo así llegarían a merecer el ansiado fuego.
Dicen que los quichés accedieron y sacrificaron a sus prisioneros y, mediante la sangre de éstos, se salvaron del frío espantoso. En cambio, los cakchiqueles no sucumbieron ante la exigencia de los dioses. A estos primos de los quichés, que eran también herederos de los mayas, les pareció un precio demasiado alto que pagar. Los valerosos cakchiqueles se acercaron en completo silencio a la hoguera de los quichés, pasaron imperceptiblemente por el humo y se robaron el fuego, y luego fueron y lo escondieron en las cuevas de sus montañas.1.
Esas impresionantes escenas del Popol Vuh, es decir, de las antiguas historias del Quiché, forman parte de lo que se ha considerado el mayor testimonio ancestral de los guatemaltecos. En ellas sentimos no sólo el frío que a aquellos indígenas les calaba hasta los huesos, sino también el que les invadía el corazón, órgano vital que sus dioses les exigían a cambio de un poco de fuego. ¿Sería que sus dioses carecían de corazón ellos mismos, y que procuraban saciarse de corazones humanos para suplir esa falta?
Lo cierto es que lo que más les hacía falta a los quichés no era fuego sino conocer al único Dios verdadero. De haberlo conocido, hubieran sabido que Él ya había procedido de un modo diametralmente opuesto a esos dioses falsos. A diferencia de éstos, el Dios de la Biblia nos amó tanto que, en lugar de exigir sacrificios humanos de parte nuestra, Él mismo se sacrificó en nuestro lugar.2. Cuando nos estábamos muriendo de frío espiritual por falta del calor de su presencia, Dios estableció un requisito para que pudiéramos recibir el perdón de pecados que nos separaban de Él. Pero no exigió el derramamiento de sangre nuestra mediante la entrega de nuestro corazón físico a Él, sino el derramamiento de la sangre de su Hijo, 3. Que se hizo hombre y nos entregó su corazón al morir por nosotros.4.
Así que Dios no espera que hagamos nada para merecer el fuego de su presencia en nuestra vida. No es posible, porque Él ya lo hizo todo.5. Pero sí espera que nos apropiemos de ese fuego entregándole nuestro corazón, no de modo físico sino espiritual, y no por obligación sino de buena voluntad, pues es allí donde Él quiere que arda su presencia.6.
1.        Popol Vuh: las antiguas historias del Quiché, versión de Adrián Recinos (Guatemala: Editorial Piedra Santa, 1990), pp. 95100; y Eduardo Galeano, Memoria del fuego I: Los nacimientos, 18a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1991), p. 13.
2.        Ro 3:25;
Ro 8:3;
 Ef 5:1;
 He 7:27;
He 9:2628;
1Jn 2:1;
1 Jn 4:10
3.        He 9:1122
4.        Jn 1:14
5.        Ef 2:89
6.        Pr 23:26


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