LO QUE HA
HECHO EL PODER DE DIOS EN JESUCRISTO Y EN NOSOTROS.
“Porque
aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también
nosotros somos débiles en Él, pero viviremos con Él por el poder de Dios para
con vosotros” - (2 Corintios 13:4).
¿Está
enfrentando un problema que necesita resolver? Podemos aprender mucho en cuanto
a cómo resolver problemas, leyendo sobre el milagro que Jesús realizó cuando
alimentó a 5.000 personas. Cuando Jesús y los discípulos estuvieron con miles
de personas hambrientas, Él le preguntó a Felipe: “¿De dónde compraremos pan
para que coman éstos?” (Juan 6:5).Amigo, le diré que Jesús no estaba pidiendo
información. Él ya sabía lo que iba a hacer. Más bien estaba tratando de darle
a Felipe la revelación que nosotros nunca debemos evaluar nuestros problemas a
la luz de nuestros propios recursos o fortaleza. No tenemos ningún derecho de
pedirle al mundo que crea nuestro mensaje a menos que haya algo en nosotros que
es inexplicable y sobrenatural. Debe haber una dimensión divina en nuestras
vidas.
¿Qué es lo
que Proverbios 3:5-6 le dice que debe hacer cuando está enfrentando un
problema?
3:5 Fíate de
Jehová de todo tu corazón,
Y no te
apoyes en tu propia prudencia.
3:6
Reconócelo en todos tus caminos,
Y él
enderezará tus veredas.
UN CORAZÓN
PARA EL DIOS VERDADERO.
EL FUEGO DE
LOS QUICHÉS.
Por Carlos
Rey.
Estaban
muertos de frío, así que se presentaron ante los dioses para suplicarles que
les dieran fuego. Los dioses les dieron el fuego anhelado después de exigir que
les rindieran culto, pero luego les hicieron una mala jugada: hicieron caso
omiso de sus danzas de alegría y sus cánticos de gratitud, y al rato cayó un
aguacero con granizo, de modo que se volvieron a extinguir las hogueras de los
pobres indios.
Cuando ya de
tanto temblar y de tiritar no podían soportar más el frío ni la helada,
volvieron a rogarles a los dioses que se apiadaran de ellos y les dieran
siquiera un poco de fuego. Pero esta vez los dioses les exigieron sacrificios
humanos, es decir, que a las víctimas les abrieran el pecho con un puñal y les
ofrendaran el corazón. Sólo así llegarían a merecer el ansiado fuego.
Dicen que
los quichés accedieron y sacrificaron a sus prisioneros y, mediante la sangre
de éstos, se salvaron del frío espantoso. En cambio, los cakchiqueles no
sucumbieron ante la exigencia de los dioses. A estos primos de los quichés, que
eran también herederos de los mayas, les pareció un precio demasiado alto que
pagar. Los valerosos cakchiqueles se acercaron en completo silencio a la
hoguera de los quichés, pasaron imperceptiblemente por el humo y se robaron el
fuego, y luego fueron y lo escondieron en las cuevas de sus montañas.1.
Esas
impresionantes escenas del Popol Vuh, es decir, de las antiguas historias del
Quiché, forman parte de lo que se ha considerado el mayor testimonio ancestral
de los guatemaltecos. En ellas sentimos no sólo el frío que a aquellos
indígenas les calaba hasta los huesos, sino también el que les invadía el
corazón, órgano vital que sus dioses les exigían a cambio de un poco de fuego.
¿Sería que sus dioses carecían de corazón ellos mismos, y que procuraban
saciarse de corazones humanos para suplir esa falta?
Lo cierto es
que lo que más les hacía falta a los quichés no era fuego sino conocer al único
Dios verdadero. De haberlo conocido, hubieran sabido que Él ya había procedido
de un modo diametralmente opuesto a esos dioses falsos. A diferencia de éstos,
el Dios de la Biblia nos amó tanto que, en lugar de exigir sacrificios humanos
de parte nuestra, Él mismo se sacrificó en nuestro lugar.2. Cuando nos
estábamos muriendo de frío espiritual por falta del calor de su presencia, Dios
estableció un requisito para que pudiéramos recibir el perdón de pecados que
nos separaban de Él. Pero no exigió el derramamiento de sangre nuestra mediante
la entrega de nuestro corazón físico a Él, sino el derramamiento de la sangre
de su Hijo, 3. Que se hizo hombre y nos entregó su corazón al morir por
nosotros.4.
Así que Dios
no espera que hagamos nada para merecer el fuego de su presencia en nuestra
vida. No es posible, porque Él ya lo hizo todo.5. Pero sí espera que nos
apropiemos de ese fuego entregándole nuestro corazón, no de modo físico sino
espiritual, y no por obligación sino de buena voluntad, pues es allí donde Él
quiere que arda su presencia.6.
1. Popol Vuh: las antiguas historias del
Quiché, versión de Adrián Recinos (Guatemala: Editorial Piedra Santa, 1990),
pp. 95‑100; y Eduardo Galeano, Memoria del
fuego I: Los nacimientos, 18a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1991), p. 13.
2. Ro 3:25;
Ro 8:3;
Ef 5:1;
He 7:27;
He 9:26‑28;
1Jn 2:1;
1 Jn 4:10
3. He 9:11‑22
4. Jn 1:14
5. Ef 2:8‑9
6. Pr
23:26
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