lunes, 14 de marzo de 2016

LO IMPORTANTE DE LA PALABRA DE DIOS.

LO IMPORTANTE DE LA PALABRA DE DIOS.
Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos” - (Salmos 119:162).
¿Alguna vez se ha encontrado un billete en la calle? ¿Lo ha dejado allí? Usted seguramente lo recogió y tal vez preguntó a la gente a su alrededor si el billete les pertenecía; si nadie lo reclama, usted se regocija un poquito de haberlo encontrado, ¿verdad? Ahora, ¿qué sucede con su Biblia? Usted la ve sobre su escritorio y dice: “Oh, la Biblia es un libro maravilloso que contiene buenas cosas para mi vida.” Pero, ¿qué bien hace el que usted diga frases elogiosas sobre la Biblia? Un centavo de cobre y un medallón de puro oro tienen el mismo valor cuando sufren los efectos de la corrosión en el fondo del océano. Las promesas en la Palabra de Dios no tienen ningún valor, amenos que usted las busque profundamente y se apropie de ellas para su vida.
¿Alguna vez ha pensado en leer la Biblia en un año? ¡Hágalo!
LA PALABRA DE DIOS CONTIENE CADA UNO DE LOS MANDAMIENTOS DE DIOS.
UNA HISTORIA REAL PARA REFLEXIONAR.
SEPARACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO
Por el Hermano Pablo.
El juicio estaba llegando a su fin. Toda la evidencia pesaba en contra del acusado. La sentencia de muerte sin duda caería sobre Carlos Chambers. Había matado a una mujer de setenta años para robarle. Seguramente lo condenarían a la cámara de gas.
El fiscal, a fin de reafirmar su tesis, tuvo la ocurrencia de citar la Biblia: «Dios dice que el que derrama sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.»

Ante esto el abogado defensor pidió que se anulara la sentencia, y el juez se vio obligado a conceder la petición. La ley dictaba que no se podía citar la Biblia para acusar a un hombre. Esto se debía a que en ese país había estricta separación entre Iglesia y Estado. Así que por referirse a la Biblia, el fiscal perdió su caso.
He aquí un caso interesante. Sucede en un país donde ocurren toda clase de argucias jurídicas extrañas, y se presta para una seria reflexión. Un asesino merece la pena de muerte. No debiera haber escape. Pero al citar la Biblia para condenarlo, se ponen en juego tretas jurídicas, y el hombre se salva.

Vale la pena preguntarnos: Al fin de cuentas, ¿en qué se basan las leyes humanas de todos los países del mundo para definir un delito? Si no puede citarse la Biblia en el juicio de un asesino, tampoco debe poder citarse para condenar a un adúltero, o a un mentiroso, o a un ladrón, o a quien sea culpable de cualquier delito.
Los Diez Mandamientos, que se encuentran en el Libro Sagrado, fijan y establecen la moral humana. Si no hubiera Biblia y no existiera ese Decálogo de Moisés, el hombre no tendría ley a la cual sujetarse. ¿Cuál sería el resultado? Se regiría sólo por la violencia y la fuerza. Su única ley sería su propio capricho personal.

En los días previos al diluvio universal, nadie obedecía a nadie. No había ley, no había moral, no había norma de vida. Regía sólo la violencia. Cada uno establecía su propia ley. Fue entonces que Dios envió el diluvio, para comenzar un nuevo pueblo.
o cierto es que aunque Dios jamás hubiera mandado a escribir sus mandamientos en tablas de piedra o en ninguna otra parte, el homicidio sería criminal, el adulterio sería inmoral, el robo sería ruin, y todo pecado sería maligno. Lo que no está escrito en tablas de piedra, está escrito en la conciencia humana. Y todos hemos violado la ley de la conciencia.

¿Habrá salvación para el pecador? Sí, la hay, con toda seguridad. Por eso dio su vida Jesucristo en la cruz del Calvario: para pagar el precio de nuestra redención. Podemos acudir a Él. Cristo murió por nuestra maldad. Por eso se llama Salvador. Rindamosle nuestra vida.



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