EL DÍA DE
REPOSO Y DE DESCANSO TIENE EL SIGNIFICADO DE PRIORIDAD PARA CON DIOS. MATEO 12:
1- 8.
12:1 En
aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos
tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer.
12:2
Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es
lícito hacer en el día de reposo.
12:3 Pero él
les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él
estaban tuvieron hambre;
12:4 cómo
entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era
lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los
sacerdotes?
12:5 ¿O no
habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo
profanan el día de reposo, y son sin culpa?
12:6 Pues os
digo que uno mayor que el templo está aquí.
12:7 Y si
supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais
a los inocentes;
12:8 porque
el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.
JESÚS, EL
SEÑOR DEL DÍA DE REPOSO.
Jesús, el
Señor del día de reposo; la controversia con los fariseos.
Jesús fue
confrontado por los fariseos quienes estaban criticando a Sus discípulos al
decir: «He aquí Tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de
reposo» (Mateo 12:2). Jesús les respondió: «Pues os digo que Uno mayor que el
templo está aquí. Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no
sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor
del día de reposo» (12:6-8). El sistema de adoración en el Antiguo Testamento
era una sombra de la vida y el ministerio de Jesucristo y también de Su
iglesia. Dios le mandó a Israel de guardar el último día de la semana, el día
de reposo, como un día de descanso para conmemorar que «en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra» (Éxodo 20:9-11).
El día de
reposo, tanto como todos los otros días de adoración de los judíos, los cuales
eran también días de reposo o santas convocaciones, «todo lo cual es sombra de
lo que ha de venir» (Colosenses 2:17). La iglesia apostólica reconocía esto y,
en conmemoración a la resurrección de Cristo, vemos que en «(el) primer día de
la semana, (se reunían) los discípulos para partir el pan» (Hechos 20:7). Unos
años después, el Apóstol Pablo fue guiado a escribir: «Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas» (I de
Corintios 16:2).
Casi todos
los creyentes se congregan para adorar al Señor Jesucristo el primer día de la
semana. Jesús resucitó de entre los muertos «el primer día de la semana»
(Marcos 16:9). De esta forma, le honramos como el Señor de nuestras vidas al
poner a Jesús en primer lugar cada semana. El día de reposo tiene su
contraparte en el nuevo pacto: «para que en todo tenga (Jesucristo) la
preeminencia (el primer lugar). . . . Por tanto, nadie os juzgue en comida o en
bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual
es sombra de lo que ha de venir» (Colosenses 1:18; 2:16-17).
La Pascua,
que conmemoraba la libertad de Israel de la esclavitud en Egipto, fue
reemplazada durante la última Pascua de Cristo, cuando Él mismo estableció la
Cena del Señor. Mientras que Jesús y Sus apóstoles estaban comiendo los
alimentos que representaban la Pascua, «tomó Jesús el pan, y bendijo (dándole
gracias a Dios), y lo partió, y dio a Sus discípulos, y dijo: Tomad, comed;
esto es Mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio,
diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que
por muchos es derramada para remisión de los pecados» (Mateo 26:26-28).
DIOS QUIERE
QUE SEAMOS SABIOS Y ESTO SE LOGRA CUANDO LO HONRAMOS.
«El temor de Jehová es el principio
de la sabiduría» (Proverbios 9:10).
En el libro
del Apóstol Santiago, Santiago 1: 5-8. El Señor nos dice:
1:5 Y si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada.
1:6 Pero
pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del
mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
1:7 No
piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
1:8 El
hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
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