LA AVARICIA
DESTRUYE EL CORAZÓN DEL HOMBRE Y LO VUELVE MALVADO.
JESÚS NOS
ADVIERTE SOBRE LA AVARICIA.
El Señor
ilustra el peligro engañoso de la avaricia al relatar esta parábola: «La
heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto
haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos
mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados
para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?»
(Lucas 12:16-20). Por el arduo trabajo de la ocupación bien respetada de la
agricultura, este hombre se había hecho muy rico. No hay ninguna indicación que
él había obtenido sus riquezas por métodos deshonestos. Su gran pecado que le
destruyó fue que él malgastó toda su vida en satisfacer sus propios placeres.
Dios le llamó «necio», y después añade: «Así es el que hace para sí tesoro, y
no es rico para con Dios» (12:20-21).
Nosotros los
creyentes no debemos de permitir que los deseos materiales nos distraigan de
hacer la voluntad de Dios. No debemos de preocuparnos de nuestras necesidades
futuras. Sabiendo bien la importancia de lo que comemos, lo que vestimos, y la
vivienda para mantener nuestras vidas, aún nuestra primera ocupación debe
siempre ser: «. . . buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). Al poder mantener con bien
nuestras prioridades, nos preparamos para llegar a ser todo lo que nuestro
Señor quiere que seamos y cumplir así el propósito por el cual Él nos ha
creado.
De la manera
que usamos nuestro tiempo y nuestros talentos es una expresión de nuestra fe
cristiana. Cristo nos enseñó que la vida es verdaderamente completa cuando
amamos, servimos, y damos para extender las «Buenas Nuevas» a un mundo perdido.
Sin importar de cuantos — muchos o pocos — de talentos tenemos, o cuantas
posesiones tenemos o hemos acumulado, como buenos administradores debemos de
entregarnos a la oración considerando lo que Jesús quisiera hacer con lo que
tenemos.
«Más tú, oh
hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el
amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano
de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena
profesión delante de muchos testigos» (I de Timoteo 6:11-12).
Si
verdaderamente cuidamos de los intereses de Dios, Él cuidará de nuestros
intereses.
UN EJEMPLO
DE AVARICIA Y DE PERVERSIDAD.
Nabot
respondió a Acab: “¡Líbreme Jehová de darte yo la heredad de mis padres!” (1
Reyes 21:3, RV 1995).
El rey Acab
era un rey malvado — y avaro. Tenía muchas tierras y viñas, pero un día decidió
que quería la viña que le pertenecía a
su vecino Nabot. En realidad, él no entró de repente y tomó la viña; le ofreció a Nabot un
intercambio por otra viña o dinero para su compra absoluta. Nebot, un hombre
mucho más honorable que Acab y alguien quien
honró su herencia familiar, se negó. Como consiguiente, el rey volvió al
palacio, malhumorado y de mala cara. Cuando su también malvada esposa, Jezabel,
le preguntó por qué estaba en un humor tan amargo, él le contó sobre la
respuesta negativa de Nabot sobre de la viña de su familia.
Jezabel le
dijo que no se preocupara por ello, y luego ella inmediatamente intentó
apropiarse de la viña, haciendo todo lo necesario para lograrlo — en este caso, el asesinato
del pobre Nabot. El resultado fue que
Acab consiguió lo que él quiso, pero disgustó enormemente a Dios en el proceso.
No pasó mucho tiempo para que tanto Acab como Jezabel pagaran un precio divino
por su malvado hecho.
Ahora
bien, yo no pienso que la mayor parte de
nosotros jamás nos afrontaremos con alguien en posición de autoridad y pedirnos
que le vendamos nuestra herencia, pero casos similares pueden surgir en
nuestras vidas en cualquier momento, como creyentes en algunos países lo saben
demasiado bien. Muchos de ellos ahora están en células de prisión o han sido
hasta asesinados, simplemente porque ellos se rechazaron “a la venta total” de
su legitima herencia cuando se le fue pedida de parte de su gobierno ateo u
otra organización para hacerlo así.
“Niegue su
fe y salve su vida.”
“Niegue su fe
y salve la vida de su ser querido. ¿” (Un poco más difícil, verdad?).
Pero la
venta no siempre significa una opción de vida o muerte.
“Niegue su
fe y consiga una promoción.”
“Niegue su
fe y sea aceptado por sus compañeros.”
“Niegue su
fe y experimente una vida más fácil.”
Ahora es el
tiempo para tomar la decisión que no vamos a “la venta total” de nuestra divina
herencia, la herencia otorgada sobre nosotros por nuestro divino Padre por el
precio de compra costoso de la vida de Su Hijo. Nos no atrevamos a esperar
hasta que el Rey Acab o la Reina Jezabel
llamen a nuestra puerta, esperando hacernos una oferta que no podemos rechazar.
Debemos elegir ahora— “hoy” y ser
fuertes como Nabot, hasta la muerte si
es necesario, ya que nada vale la pena dejar o deshonrar “la herencia de
nuestro Padre.”
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