sábado, 24 de octubre de 2015

JESUCRISTO DEBE OCUPAR EL PRIMER LUGAR EN NUESTRAS DECISIONES.

JESUCRISTO DEBE OCUPAR EL PRIMER LUGAR EN NUESTRAS DECISIONES.
SEGUIRLO A ÉL, EXIGE SABER CUÁL ES MI PRIORIDAD.
¿QUÉ ESTÁ USTED ESPERANDO AL SEGUIR A JESÚS?
Jesús puso a prueba la sinceridad de los que serían discípulos cuando «Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, Te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza» (ningún lugar para dormir) (Lucas 9:57-58). «Las zorras» ilustran las personas que son bien capaces, y «las aves de los cielos» ilustran las personas mundanas. Jesús le indicó a este hombre que, si él escogía seguirle, él podía esperar tiempos de opresión y necesidad. Jesús también estaba diciendo que Él mismo no estaba atado a las posesiones del mundo, ni que Sus seguidores tendrían alguna garantía de que iban a recibir los grandes recursos de este mundo.
MUCHOS LE DICEN: SEÑOR LO VOY A SEGUIR, PERO, PERO PRIMERO VOY A REALIZAR MIS PROPIOS PLANES.
«Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios» (9:61-62). Nuestro Señor no recibió a esos voluntarios que sólo estaban interesados en unirse a Él teniendo sus propias condiciones, pues para servir a Cristo requiere un compromiso de vida. El amor nos dicta que no puede haber otros compromisos al seguirle. Jesús no estaba en aquel entonces, ni aun hoy en día, en medio de una campaña para buscar miembros, ni aun estaba contando los conversos para mostrar Su éxito.
LAS PERSONAS DE DOBLE ÁNIMO, DE DOBLE PERSONALIDAD, NO SON DE CONFIANZA.
Las personas que están buscando su propio éxito y se comprometen a buscarlo se encuentran casi siempre extraviados, creyendo que habrá un día más conveniente cuando puedan escoger seguir al Señor. Sus excusas revelan que son personas de doble ánimo. Algunas personas carecen de tener un «ojo que es bueno» dedicado a Cristo cuando, en comparación, todo lo del mundo es de poca importancia. Otras personas fallan al no poner a Jesús en primer lugar en sus decisiones diarias, mas todos los que lo han hecho han descubierto que la satisfacción de negarse a sí mismos sobrepasa las recompensas pasajeras que el mundo ofrece. Todos nosotros tenemos que considerar si hay alguien o algo en nuestros corazones que nos están alejando de darle a Cristo, a Su Palabra, y a Su voluntad, el primer lugar en nuestras vidas.
EL TIEMPO ESTÁ CERCA. USTED DECIDE QUE ES LO MÁS IMPORTANTE HOY, EL MUNDO O EL REINO DE LOS CIELOS.
Jesús nos advirtió: «sabed que está cerca el reino de Dios. De cierto (verdad) os digo . . . El cielo y la tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán. Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día» (Lucas 21:31-34).
TODO SE MARCHITA RÁPIDAMENTE, PERO SU PALABRA PERMANECE PARA SIEMPRE.
Las ambiciones mundanas se marchitan y son insignificantes cuando dedicamos nuestras vidas a conocer al Señor por la lectura de Su Palabra.
LO ETERNO SIGUE VIGENTE, LO DEMÁS DESAPARECERÁ.
Primera Pedro 1:24-25: “Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; más la palabra del Señor permanece para siempre.”
La Biblia es la indiscutible, incorruptible, indestructible e indispensable Palabra de Dios. Nadie puede discutir con ella. Nada puede corromperla, ni destruirla, ni reemplazarla como la fuente de vida. El fallecido Dr. Robert G. Lee, un gran predicador de la generación pasada, dijo lo siguiente referente a la Biblia: “Todos sus enemigos no han podido hacerle ni un hoyo a su santo vestuario, ni robar una flor de su maravilloso jardín, ni diluir la miel de su abundante panal, ni romper una de las mil cuerdas de su arpa, ni ahogar una dulce palabra en tinta pagana.”
Exprésele a Dios cuánto ha cambiado su vida a causa de su Palabra. Reúnase con un grupo de amigos o con su familia para platicar acerca de las formas en que Dios ha ministrado su vida a través de su Palabra.


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