martes, 13 de octubre de 2015

EN EL EVANGELIO DE MARCOS SE NARRA LA SANIDAD DE UN LEPROSO.

EN EL EVANGELIO DE MARCOS SE NARRA LA SANIDAD DE UN LEPROSO.
SU MINISTERIO EN GALILEA.
Dios había dirigido a Moisés, diciéndole: «Manda a los hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso. . . para que no contaminen el campamento de aquellos entre los cuales Yo habito» (Números 5:2-3). Ninguna enfermedad ocupa más espacio en los escritos de las Escrituras como la lepra. Extrañamente, al principio sólo aparece como una mancha blanca y después rosada. Mientras que la lepra progresa lentamente, llega a ser muy aborrecible, y muchas veces fatal en sus consecuencias. Esto ilustra cómo es que la lepra parece insignificante al principio, pero, si continúa, sus consecuencias siempre nos lleva a la desolación.
Un leproso termina perdiendo su habilidad de sentir el dolor. Pero, aun peor, mientras que la lepra progresa, los dedos de las manos y de los pies se van pudriendo y al fin se caen. Por siglos, los leprosos eran incurables — eran considerados los despreciables de la sociedad que no se podían tocar.
Uno de estos desechados digno de lástima vino con intrepidez a Jesús «Vino a Él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme» (Marcos 1:40). Cuando el leproso dijo «Si quieres», él no tenía ninguna duda que Jesús podía limpiarle. Pero él dudaba Su buena voluntad de hacerlo desde que la lepra era más peor que cualquier otra enfermedad incurable, pues también le hacía al leproso una persona inmunda para las ceremonias. No quiso decir «¿podría Él?» sino «¿lo haría Él?». «Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio» (1:41).
Mateo registró que este leproso «se postró ante Él» para adorarle (Mateo 8:2), y Lucas dijo que «se postró con su rostro en tierra» ante Él (Lucas 5:12). Sólo Marcos nos dice que «Jesús teniendo misericordia de él», entonces extendió Su mano amorosa a este leproso inmundo «y le tocó». Jesús «teniendo misericordia», expresó la más fuerte de las emociones humanas y la expresión verdadera de Su amoroso corazón. Cuando Jesús le tocó esto mostró su compasión por medio de Sus Palabras «Quiero, sé limpio» (Marcos 1:41; Lucas 5:13). Hoy en día Jesús nos dice: «Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado» (Juan 15:3). La fe en Dios viene por el oír Su Palabra (Romanos 10:17).
Al saber que estamos salvos, tal y como el leproso que Jesús limpió quien «comenzó a publicarlo mucho» (Marcos 1:45), todos nosotros también vamos a querer decirle a otras personas lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Mientras que observamos a los pecadores por todo nuestro alrededor y vemos cómo el pecado está destruyendo la vida espiritual de la gente, es muy importante también recordar que «El Señor. . . es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (II de Pedro 3:9).

Cuando la presión es mayor, más tiempo tenemos que dedicarle a la oración.

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