miércoles, 14 de octubre de 2015

LA PARÁBOLA DE LA SIEMBRA DE LA PALABRA.

LA PARÁBOLA DE LA SIEMBRA DE LA PALABRA.
LOS DIFERENTES TERRENOS DONDE SE SIEMBRA LA PALABRA DE DIOS.
Las parábolas de Jesús. Sembrar la Palabra.
Jesucristo describe en una parábola cuatro tipos de respuestas de aquellos que oyen Su Palabra, diciendo: «Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron» (Marcos 4:1-4). Esto quiere decir que hay personas que solamente responden al evangelio con una gran indiferencia que les destruye. Ellos representan los oyentes que no expresan interés en los valores espirituales pero están bien interesados en los placeres y la satisfacción de sus propios deseos. Ellos oyen la Palabra de Dios, «pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la Palabra que se sembró en sus corazones» (4:15).
Otras personas que oyen Su Palabra son como la semilla que «cayó en pedregales» (4:5). Al principio ellos parecen recibirla, pero muy pronto pierden el interés. «Estos son así mismo. . . los que cuando han oído la Palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la Palabra, luego tropiezan» (4:16-17). Los «pedregales» significan un lugar con piedras sólidas debajo y muy poca profundidad de tierra encima. Estos «conversos» parecen estar llenos de vida y con un gran futuro; pero cuando son confrontados por un estilo de vida que no es consistente con la vida del creyente, o viene alguna persecución por haber seguido la Palabra de Dios, ellos inmediatamente huyen.
Otros «conversos» son como las semillas «que fueron sembrados entre espinos. . . que oyen la Palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la Palabra, y se hace infructuosa» (4:18-19). Tales personas parecen reconocer el verdadero valor de caminar con Cristo y de la vida eterna, pero nunca han podido separarse de los pecados del pasado. Cuando las cosas del mundo que detienen a una persona en dedicarse a Cristo no son arrancadas, gradualmente toman el control de su corazón y los intereses espirituales son atropellados.
Pero un grupo de personas más serias que oyen bien la Palabra de Dios son como las semillas «que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la Palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno» (4:20). Por la fe, ellos aprenden a quebrantar sus lugares de «pedregales», quitando cada cosa que impide su crecimiento espiritual. Ellos saben desarraigar las hierbas malas y los espinos de la falsa motivación, y dan mucho fruto. Jesús nos ha dicho a todos: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).

No es «lo que posee» una persona que es importante, pero lo más importante es «quién le posee».

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