JESÚS NOS
ENSEÑA LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA, LA IMPORTANCIA DE CONGREGARNOS.
Algunas
personas piensan que ellos pueden alabar a Dios en un lago pescando o en sus
casas descansando al igual que en la iglesia. Pero, al contrario, Jesús
reconoció la necesidad de honrar a Dios al asistir regularmente a los cultos de
adoración. Leemos que Él «enseñaba en las sinagogas de ellos» (Lucas 4:15),
mientras que estaba en Galilea. «Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el
día de reposo entró en la sinagoga, conforme a Su costumbre, y Se levantó a
leer» (4:16). Jesús fue invitado a hablar, «(y) se le dio el libro del profeta
Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El
Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto Me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos . . . Y enrollando el libro, lo dio al
ministro, y se sentó» (4:17-20; ver Isaías 61:1-2). La Escritura que Jesús leyó
contenía una mención bien clara de las tres Personas de la Trinidad — El
Espíritu Santo, el Padre, y el Único Ungido.
El pueblo se
quedó asombrado, «los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Y
comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros»
(Lucas 4:20-21). Ellos se maravillaron de Sus «Palabras de gracia» (4:22), pero
también sabían que Él estaba claramente refiriéndose a Sí mismo como el Mesías
que había sido profetizado por Isaías y otros de los profetas empezando con
Génesis 3:15. Nos podemos imaginar lo sorprendida que se quedó la gente cuando
Jesús dijo que Él mismo, quien ellos asumían era el «hijo. . . de José» (Lucas
3:23), era su Verdadero Mesías que por mucho tiempo habían esperado.
La
congregación que estaba oyendo a Jesús se enfureció tanto a que Él se estaba
igualando a Sí mismo con Dios, que ellos interrumpieron el servicio de
adoración, «le echaron fuera de la ciudad», y trataron de matarle por blasfemar
al llevarle hasta una cumbre para despeñarle. «Más Él pasó por en medio de
ellos, y se fue» (4:28-30). Lucas acentuó claramente que Jesucristo es Dios (el
Mesías).
Qué fácil es
caer en el error de seguir las emociones en vez de la verdad revelada en la
Palabra de Dios. En desemejanza a los judíos de Nazaret, un poco después se ven
los judíos en Berea que «eran más nobles que los que estaban en Tesalónica,
pues recibieron la Palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las
Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hechos 17:11).
DIOS NOS
HACE UN LLAMAMIENTO SANTO. SERVIRLE ES UN PRIVILEGIO.
Vamos a
pensar en esto: ¡Tenemos un gran privilegio de trabajar para nuestro Creador!
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