¿HACIENDO
QUÉ COSAS HEREDARÉ LA VIDA ETERNA?
ESTA PUEDE
SER TAMBIÉN UNA PREGUNTA SUYA PARA JESÚS HOY.
JESÚS LE
TIENE LA RESPUESTA.
Un escriba
que era un intérprete oficial de la Ley de Moisés y también de las tradiciones
de los ancianos, «se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa
heredaré la vida eterna?» (Lucas 10:25). Entonces Jesús le contestó: «¿Qué está
escrito en la ley? ¿Cómo lees?» El hombre respondió: «Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Jesús le dijo: «Bien has respondido;
haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:
¿Y quién es mi prójimo?» (10:26-29).
Jesús
contestó esta pregunta con una ilustración, diciendo: «Un hombre descendía de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron (de
lo que llevaba); e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que
descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un
levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a
misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. . . . ¿Quién,
pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los
ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo:
Ve, y haz tú lo mismo» (10:30-37).
Mi «prójimo»
es cualquiera que necesita mi compasión y a quien yo tengo la oportunidad y la
habilidad de ayudar. No importa cuál sea su posición, su raza, o su religión.
Nosotros solamente entramos en los sentimientos de sufrimientos y de desgracias
de otras personas así como Dios lo ha hecho con nosotros (Hebreos 4:15). Todo
lo que es mío en verdad pertenece a Dios y todo lo que pertenece a Dios lo debo
de compartir con mi prójimo, pues mi prójimo también fue creado por y en la
imagen de Dios.
Todos
nosotros necesitamos de ser recordados de la respuesta que nuestro Señor le dio
a este abogado. «Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?» Jesús le
llevó a reconocer que la evidencia de la vida eterna en nuestras vidas es el
deseo de obedecer la Palabra de Dios. Jesucristo dijo: «Un mandamiento nuevo os
doy: Que os améis unos a otros; como Yo os he amado, que también os améis unos
a otros. En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los
unos con los otros» (Juan 13:34-35).
DEMUESTRE LA
COMPASIÓN POR OTROS.
Es una cosa
servir a Dios, pero es otra cosa completamente diferente el mostrar compasión a
los que son menos afortunados que nosotros.
“Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en Él” - (2 Corintios 5:21)
¿Alguna vez
se ha acostado al final de un largo día y satisfecho se dice: “Bien, hoy fui
una buena persona, así que si muero esta noche iré al cielo?” Si lo ha hecho,
no está solo. Me atrevo a afirmar que la mayoría de personas creen que si van a
la iglesia, diezman su dinero y hacen bien a otros, que Dios les permitirá
entrar al cielo. Con todo, si ser religioso nos puede llevar al cielo, por qué
fue un hombre tan religioso como Pablo confrontado cuando viajaba camino a
Damasco y el Señor le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos
9:4b). Aún más importante, si pudiésemos salvarnos a nosotros mismos realizando
buenas obras Dios no tenía necesidad de enviar a su Unigénito al mundo como
sacrificio substituto por usted y por mí. No, es la justicia de Jesús lo que
nos salva.
No es hasta
que admitamos nuestro pecado que vamos a conocer la misericordia y el perdón
del Rey. Póstrese ante Él hoy y admita que está perdido sin Él y que su
salvación fue comprada exclusivamente con la sangre de Cristo.
“Yo, Yo
Jehová, y fuera de Mí no hay quien salve” (Isaías 43:11).
Se requiere
más del poder de Dios para salvar a una alma a través de la cruz de Cristo, que
lo que se requiere para cualquier otra cosa.Dios no tuvo ninguna dificultad
creando el universo. La Biblia nos dice que Él habló, ¡y sucedió! Pero cuando
Dios escribió la historia de la salvación, tuvo grandes dificultades.
En una
ocasión el pastor Rogers dijo: “¿Qué si yo realizo un servicio y tengo el poder
de enderezar las piernas de los inválidos, o de devolver la vista a los ciegos?
¡En el próximo servicio no habría dónde poner a la gente! Ahora, por cierto que
deseo que Dios sane a las personas, pero déjeme decirle algo más. ¿Qué, si
después de que predique un mensaje, una niñita pasa al frente para decir que
Dios le ha salvado? ¡Ese es un milagro mayor que abrir los ojos de los ciegos,
porque el Hijo de Dios tuvo que colgar en una cruz, en agonía y derramar Su
sangre, para comprar la salvación de esa pequeña!”
Jesús no
vino como un gran sanador o profesor. ¡Él vino como Salvador!
¿Cómo usted
definiría lo que sucede cuando Dios salva a una persona? ¿Podría ponerlo en
palabras? Pídale a Dios que le muestre, en Su Palabra, lo que significa la
salvación, y luego trate de explicarlo con sus propias palabras. Y compártalo
con alguien más esta semana.
RECUERDE QUÉ
LA SALVACIÓN, NO SE PIERDE.
¿CÓMO SE
OBTIENE LA SALVACIÓN Y LA VIDA ETERNA?
“Bendito el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos
hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos” (1 Pedro 1:3).
Hay algunas
personas que piensan que pueden perder la salvación. Amigo y amiga, si usted
pierde o no su salvación, todo depende de cómo la obtuvo. Si usted es salvo por
sus buenas obras, entonces puede perder su salvación por sus malas obras. Pero
la Palabra de Dios es muy clara en este asunto. Tito 3:5 dice: “Nos salvó, no
por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.”
¿Cómo se
salva una persona? ¡Por gracia! Y si es por gracia, entonces usted es guardado
por gracia. La salvación no está cimentada en los méritos del hombre, sino
única y exclusivamente en la gracia de Dios.
Alabe a Dios
por el trabajo regenerador del Espíritu Santo, por la sangre salvadora de su
Hijo, y por su llamado en su vida.
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