COMO
VERDADEROS CREYENTES DEBEMOS CAMINAR EN EL AMOR.
Cuando
dejamos que el amor de Cristo fluya por nosotros y podemos manifestar Su
amorosa bondad a todas las personas sin discriminación, es entonces que
empezamos a gozarnos de Sus generosas bendiciones. Tenemos que obtener la
victoria sobre todos los pensamientos de resentimiento y todos los deseos
malvados sin excepción. «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira,
gritería y maledicencia, y toda malicia» (Efesios 4:31). Pero, al contrario,
«sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (4:32).
El «enojo» y
la «ira» son a veces demostrados en una explosión de palabras abusivas al
reaccionar en contra a alguien que no está de acuerdo con nuestro punto de
vista. Tristemente, cuando algunas personas se ofenden ellos también se niegan
a perdonar. De igual seriedad es el pecado de la «maledicencia», el cual es uno
de los siete pecados que Dios aborrece (Proverbios 6:16-19).
La presencia
de cualquiera de estos males destruye nuestra paz mental, entristece al
Espíritu Santo, y afecta nuestra relación con Dios. Sin embargo, si permitimos
al Espíritu Santo gobernar nuestras vidas, entonces veremos que esos
sentimientos de ira serán vencidos.
En vez de
tener pensamientos de amargura, de venganza, y de ira, debemos de ver esos
sentimientos como una oportunidad para orar por las personas que nos hacen
daño. Un buen ejemplo de esto fue Esteban, quien oró al momento de ser
apedreado a muerte. «Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les
tomes en cuenta este pecado» (Hechos 7:60).
Cada
creyente es un embajador del Señor Jesucristo y es responsable de responder en
amor a todas las personas que son desagradables en sus palabras, actitudes, o
acciones. Jesucristo es la Cabeza del Cuerpo, Su iglesia, y nosotros ese
Cuerpo. Es bajo Su dirección que todo el Cuerpo se mantiene junto trabajando
perfectamente en armonía «a fin de perfeccionar (equipar) a los santos (los
creyentes) para la obra del ministerio, para la edificación (el crecimiento)
del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto (maduro), a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:12-13).
EL VERDADERO
RESPETO Y HONRA PARA EL SEÑOR, ES CUMPLIR SUS MANDAMIENTOS.
Los que aman
al Señor guardan (cumplen) Sus mandamientos.
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