viernes, 25 de diciembre de 2015

LA GRAN PERSECUCIÓN A LA IGLESIA DE JESUCRISTO.

LA GRAN PERSECUCIÓN A LA IGLESIA DE JESUCRISTO.
El exilio de Juan a Patmos y el sufrimiento que se estaba experimentando en Esmirna (Apocalipsis 2:8-10) son ejemplos de la persecución que se intensificaba en contra los cristianos por todo el imperio romano.
Sin embargo, somos conmovidos al leer una de las grandes promesas de la Biblia: «Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero (el Señor Jesucristo), vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (7:9-10). Esta multitud está compuesta de todos los vencedores que, al fin, están en la presencia de su Señor y Salvador. Esta revelación ha fortalecido la fe de muchos de los creyentes que han tenido que enfrentarse a un mundo hostil.
Cada generación de creyentes descubre que la rebeldía contra Cristo y contra los principios bíblicos es cada día mayor, y el engaño tan sutil que, en nuestra fuerza y sabiduría, rápidamente nos lleva a perder el ánimo. Por todas las edades, los que han decidido en sus corazones de vivir para Jesús siempre han sido una pequeña minoría. Jesucristo nos predijo: «porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:14). Sin embargo, la población total del cielo será «una gran multitud, la cual nadie podía contar». Estos fieles creyentes puede que no hayan tenido muchos de los placeres mundanos, pero la vida en la tierra es extremamente corta comparada a la eternidad. Las pruebas que ahora tenemos que enfrentar van a parecer insignificantes cuando las comparamos al privilegio glorioso de estar en la presencia del Rey de reyes por toda la eternidad.
Dios se merece nuestras más grandiosas alabanzas por quien Él es en Sí mismo, y por Su gran amor en darnos la vida eterna. «(Porque) el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7:17).
LA ALABANZA ESTARÁ DE CONTINUO EN MI BOCA.

Cada día vamos a «alabar al Señor» por lo que Él es y por todo lo que Él ha hecho por nosotros.

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