PARA
COMPONER EL MUNDO...
Por Carlos
Rey.
Se cuenta la
historia de un muchacho al que se le hacía difícil la geografía. Por más que
estudiaba, le costaba trabajo ubicar los continentes, las naciones y las
capitales del mundo.
Un día, su
padre, a fin de ayudarle, encontró un mapa del mundo en una revista. Arrancó la
página y dijo:
—Mira lo que
voy a hacer, hijo.
Con una
tijera cortó la página en unos cincuenta pedazos, y le dijo al muchacho:
—Ahora
quiero que compongas este mapa.
El padre
salió, y regresó a los quince minutos. ¡Cual no sería su sorpresa al ver que su
hijo había terminado de componer el mapa!
— ¿Cómo
pudiste terminarlo tan pronto? —le preguntó.
—La verdad
es que fue fácil —contestó el hijo—. Recordé que al otro lado de esa página
había el retrato de un hombre, así que para componer el mundo, sólo tenía que
componer al hombre.
Aquel
muchacho tenía razón, no sólo en sentido literal sino también en sentido
figurado. Porque no hay duda de que el mundo está descompuesto moral y
espiritualmente. Los interminables conflictos nacionales e internacionales nos
tienen desmoralizados a todos. Las tensiones políticas en el medio oriente nos
tienen los nervios de punta. Bien sabemos que un enfrentamiento bélico pudiera
convertirse en la guerra más terrible que el mundo jamás haya visto. Los
déficits económicos del mundo nos tienen consternados. Y por si todo eso fuera
poco, la deplorable condición moral que impera en el mundo —la deshonestidad,
la deslealtad, el descaro y el desenfreno en las pasiones y en los vicios— nos
tiene a todos descontrolados. Es innegable que el mundo se encuentra en una
condición deplorable. Está descompuesto por fuera y por dentro. ¿Acaso hay
alguna forma de componerlo?
Sí, la hay.
La forma está en la solución que halló el muchacho de la anécdota: para
componer el mundo hay que componer al hombre. El mal no radica en la geografía
ni en el medio ambiente sino en el género humano y en su herencia. El hombre
heredó su naturaleza pecaminosa de su progenitor Adán. Fue por el pecado de
Adán que comenzó a descomponerse el mundo. De ahí que ahora, para que se componga
el mundo, es necesario que el hombre permita que Dios lo componga a él
individualmente. Tiene que reconciliarse con Dios, pidiéndole perdón por el
pecado que practica a raíz de haber heredado esa naturaleza pecaminosa.
Cuando nos
reconciliamos con nuestro Creador, Él nos transforma a tal grado que nos hace
una nueva creación. Nos compone desde adentro hacia afuera mediante un
renacimiento espiritual. No comencemos por nuestro vecino; comencemos, más
bien, por nosotros mismos. Invitemos a Jesucristo, el Hijo de Dios, a que tome
posesión de nuestro ser. Él compone a todo el que le da la oportunidad de
hacerlo.
HOY ES EL
DÍA DE LA RECONCILIACIÓN. RECONCILIARSE CON DIOS.
DIOS QUIERE
COMPONER AL HOMBRE. COMPONER SU VIDA ESPIRITUAL.
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