martes, 15 de diciembre de 2015

RAZONES PARA EVITAR LA TENTACIÓN.

RAZONES PARA EVITAR LA TENTACIÓN.
Leer: Proverbios 6.
¿Por qué Salomón advertía a su hijo que resistiera la atracción de la lujuria? Sin pensarlo dos veces, el sabio presentó la verdad. Tristemente, muy pocas personas consideran su consejo en la actualidad.
Primero, hay que reconocer que la tentación sexual no excluye en su engaño a los buenos cristianos que tratan de vivir “una vida santa”, en otras palabras, ataca al buen cristiano. Muchas veces el hijo de Dios cae como víctima y las consecuencias son devastadoras. Todo aquello que le hacía diferente ahora ha desaparecido. Arriesga todo esto y aún más...
1. Pérdida de carácter.
2. Daño a su carrera.
3. Pérdida de respeto personal.
4. Una reputación arruinada.
5. Pérdida del respeto de los demás.
6. Vergüenza en la comunidad.
7. Pérdida de familiares.
8. Daño a las finanzas.
9. Pérdida del testimonio cristiano.
10. Posibilidad de enfermedad.
Una segunda razón para evitar la tentación sexual es el dolor de las consecuencias que comienzan y que nunca terminan de manera completa. Aun cuando el rey David se arrepintió, recibió el perdón de Dios y se convirtió en el monarca más grande de Israel hasta Jesús, las consecuencias devastadoras de su elección nunca abandonaron su hogar, ni su corazón. De hecho, sus hijos siguieron sus pasos, llevando ese legado de impureza sexual. Aquel que cede a las tentaciones lujuriosas sufrirá ciertamente, así como su simiente.
Tercero, cuando no se evita la tentación sexual, hay una clara evidencia de falta de sentido común. Salomón asemejaba la tentación con el “fuego” y las “brasas” (Proverbios 6:27, 28). Solo un tonto trataría de guardar una llama de fuego en su bolsillo o caminar por brasas de fuego ardiendo. De manera similar, solo un tonto se mantendría cerca de algo que puede amenazar su vida.
Autor: Pastor C. Swindoll.
ACEPTEMOS LA DISCIPLINA PROVECHOSA DEL SEÑOR.
Hebreos 12:6: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
Cuando era niño (a), ¿alguna vez le dieron una paliza inmerecida? Quizás en ocasiones su mamá o su papá andaban con ganas de dar palizas, y le daban a todo el que le pudiesen poner la mano encima. ¡Qué ofensa! No hay nada peor para un niño (a) que darse cuenta: “Me pegaron y no lo merecía.” ¿No es algo chistoso? En aquellos tiempos nunca nos detuvimos para pensar en todos las otras ocasiones que sí merecíamos la paliza y no la recibimos. Nuestro Padre es misericordiosamente amoroso y bondadosamente sabio para darnos siempre lo que necesitamos en nuestras vidas. Y a veces necesitamos su mano amorosa de consuelo y a veces su mano de disciplina.

Dele gracias a Dios que su mano de misericordia se la extiende cuando usted no lo merece. Y que su mano de disciplina la extiende cuando sí.

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