RAZONES PARA
EVITAR LA TENTACIÓN.
Leer:
Proverbios 6.
¿Por qué
Salomón advertía a su hijo que resistiera la atracción de la lujuria? Sin
pensarlo dos veces, el sabio presentó la verdad. Tristemente, muy pocas
personas consideran su consejo en la actualidad.
Primero, hay
que reconocer que la tentación sexual no excluye en su engaño a los buenos
cristianos que tratan de vivir “una vida santa”, en otras palabras, ataca al
buen cristiano. Muchas veces el hijo de Dios cae como víctima y las
consecuencias son devastadoras. Todo aquello que le hacía diferente ahora ha
desaparecido. Arriesga todo esto y aún más...
1. Pérdida
de carácter.
2. Daño a su
carrera.
3. Pérdida
de respeto personal.
4. Una
reputación arruinada.
5. Pérdida
del respeto de los demás.
6. Vergüenza
en la comunidad.
7. Pérdida
de familiares.
8. Daño a
las finanzas.
9. Pérdida
del testimonio cristiano.
10.
Posibilidad de enfermedad.
Una segunda
razón para evitar la tentación sexual es el dolor de las consecuencias que
comienzan y que nunca terminan de manera completa. Aun cuando el rey David se
arrepintió, recibió el perdón de Dios y se convirtió en el monarca más grande
de Israel hasta Jesús, las consecuencias devastadoras de su elección nunca
abandonaron su hogar, ni su corazón. De hecho, sus hijos siguieron sus pasos,
llevando ese legado de impureza sexual. Aquel que cede a las tentaciones
lujuriosas sufrirá ciertamente, así como su simiente.
Tercero,
cuando no se evita la tentación sexual, hay una clara evidencia de falta de
sentido común. Salomón asemejaba la tentación con el “fuego” y las “brasas”
(Proverbios 6:27, 28). Solo un tonto trataría de guardar una llama de fuego en
su bolsillo o caminar por brasas de fuego ardiendo. De manera similar, solo un
tonto se mantendría cerca de algo que puede amenazar su vida.
Autor:
Pastor C. Swindoll.
ACEPTEMOS LA
DISCIPLINA PROVECHOSA DEL SEÑOR.
Hebreos
12:6: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por
hijo.”
Cuando era
niño (a), ¿alguna vez le dieron una paliza inmerecida? Quizás en ocasiones su
mamá o su papá andaban con ganas de dar palizas, y le daban a todo el que le
pudiesen poner la mano encima. ¡Qué ofensa! No hay nada peor para un niño (a)
que darse cuenta: “Me pegaron y no lo merecía.” ¿No es algo chistoso? En
aquellos tiempos nunca nos detuvimos para pensar en todos las otras ocasiones
que sí merecíamos la paliza y no la recibimos. Nuestro Padre es
misericordiosamente amoroso y bondadosamente sabio para darnos siempre lo que
necesitamos en nuestras vidas. Y a veces necesitamos su mano amorosa de
consuelo y a veces su mano de disciplina.
Dele gracias
a Dios que su mano de misericordia se la extiende cuando usted no lo merece. Y
que su mano de disciplina la extiende cuando sí.
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