sábado, 19 de diciembre de 2015

MÚLTIPLES GRACIAS Y PROMESAS DE DIOS PARA SUS HIJOS.

MÚLTIPLES GRACIAS Y PROMESAS DE DIOS PARA SUS HIJOS.
Las múltiples gracias de Dios; los falsos maestros; la certeza de la segunda venida de Cristo.
La segunda epístola empieza con un pensamiento significante: «Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia» (II de Pedro 1:2-3). El pensamiento clave del apóstol Pedro es que una vida de piedad es posible por medio de apropiarse de las «preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia» (1:4). Es de suma importancia que reconozcamos que nosotros somos el Cuerpo de Cristo. «Vosotros, pues, sois el Cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular» (I de Corintios 12:27). «(Vosotros también), poniendo toda diligencia (seriedad) por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación (limpieza) de sus antiguos pecados» (II de Pedro 1:5-9).
Desde que la primera ocupación de Dios es la vida moral y la salud espiritual de Sus hijos, entonces todo lo que sea contrario a esto por necesidad trae Su amorosa disciplina y corrección. Su santidad y Su ira contra el pecado son inseparables. «Porque esta leve tribulación (aflicción) momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (II de Corintios 4:17). Dios nos ha dado la libertad de escoger o de rechazar «cada leve tribulación» y que así ello obrará en nuestro favor o en contra nuestra. «Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza» (II de Pedro 3:17-18).
La última meta del creyente es de llegar a ser más y más como Cristo. «Habiendo purificado (limpiado) vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido (sincero), amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (I de Pedro 1:22-23).
EL GRAN PERDÓN DEL SEÑOR JESUCRISTO.

El Señor perdona a todos los que desean vivir para Él.

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