MÚLTIPLES
GRACIAS Y PROMESAS DE DIOS PARA SUS HIJOS.
Las
múltiples gracias de Dios; los falsos maestros; la certeza de la segunda venida
de Cristo.
La segunda
epístola empieza con un pensamiento significante: «Gracia y paz os sean
multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas
las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su
divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y
excelencia» (II de Pedro 1:2-3). El pensamiento clave del apóstol Pedro es que
una vida de piedad es posible por medio de apropiarse de las «preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia» (1:4). Es de suma importancia que reconozcamos que
nosotros somos el Cuerpo de Cristo. «Vosotros, pues, sois el Cuerpo de Cristo,
y miembros cada uno en particular» (I de Corintios 12:27). «(Vosotros también),
poniendo toda diligencia (seriedad) por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud;
a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto
fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es
ciego, habiendo olvidado la purificación (limpieza) de sus antiguos pecados» (II
de Pedro 1:5-9).
Desde que la
primera ocupación de Dios es la vida moral y la salud espiritual de Sus hijos,
entonces todo lo que sea contrario a esto por necesidad trae Su amorosa
disciplina y corrección. Su santidad y Su ira contra el pecado son inseparables.
«Porque esta leve tribulación (aflicción) momentánea produce en nosotros un
cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (II de Corintios 4:17). Dios
nos ha dado la libertad de escoger o de rechazar «cada leve tribulación» y que
así ello obrará en nuestro favor o en contra nuestra. «Así que vosotros, oh
amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error
de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza» (II de Pedro 3:17-18).
La última
meta del creyente es de llegar a ser más y más como Cristo. «Habiendo
purificado (limpiado) vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el
Espíritu, para el amor fraternal no fingido (sincero), amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para
siempre» (I de Pedro 1:22-23).
EL GRAN
PERDÓN DEL SEÑOR JESUCRISTO.
El Señor
perdona a todos los que desean vivir para Él.
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