JESUCRISTO
ES AUTOR DE TODA SALVACIÓN ETERNA.
Cristo, el
Sumo Sacerdote; la súplica para seguir en la fe; el sacerdocio de Melquisedec;
el sacerdocio de Aarón es inferior al sacerdocio de Cristo.
Estamos muy
agradecidos que la misericordia es un atributo de Dios. Es una de nuestras
mayores necesidades. La misericordia es una expresión de Su buena voluntad para
perdonar a los pecadores y rescatarnos del infierno eterno. La misericordia
incluye el amor como también la demostración práctica de la compasión.
Por razón de
que Dios es también santo, Él tiene que enforzar la penalidad por el pecado,
pues «la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). En el Antiguo Testamento,
un cordero inocente e impecable tomaba el lugar del israelita y era matado en
su lugar por sus pecados. El judío piadoso era recordado continuamente que «la
vida de la carne en la sangre está, y Yo (Dios) os la he dado para hacer
expiación sobre el altar por vuestras almas» (Levítico 17:11). Pero, la
necesidad de los muchos sacrificios cesó cuando Jesús, el Inocente e Impecable
Hijo de Dios, murió en la cruz por nuestros pecados y vino a ser «el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
«Y aunque
(Jesús) era Hijo. . . vino a ser Autor de eterna salvación para todos los que
le obedecen» (Hebreos 5:8-9). « (Por) Su propia sangre, entró una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido (para nosotros) eterna
redención. . . . ¿(Cuánto) más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios Vivo?» (9:12-14).
Desde que
todos nosotros faltamos tantas veces de ser todo lo que podemos ser y siempre
nos merecemos el juicio de Dios, es Su misericordia la que le da a cada
creyente la seguridad de tener una relación continua con Dios. En cambio, el
creyente verdadero expresa la misma misericordia en sus relaciones con otras
personas porque el Espíritu de Dios mora en su corazón. Tenemos Su promesa:
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»
(Mateo 5:7).
La verdad,
la justicia, y la verdadera misericordia son inseparables. Jesús ilustró la
misericordia al hablar sobre un buen samaritano que cuidó de un extranjero que
no tenía quien le cuidara y que había sido golpeado y dejado medio muerto
(Lucas 10:33-37). «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia (compasión), de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a
otros» (Colosenses 3:12-13).
NECESITAMOS
A DIOS NUESTRO ALFARERO.
Nosotros no
podemos llegar a cumplir un buen propósito en nuestras vidas sin Dios, tal y
como el barro no puede llegar a ser una vasija útil sin el buen alfarero.
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