lunes, 14 de diciembre de 2015

JESUCRISTO ES AUTOR DE TODA SALVACIÓN ETERNA.

JESUCRISTO ES AUTOR DE TODA SALVACIÓN ETERNA.
Cristo, el Sumo Sacerdote; la súplica para seguir en la fe; el sacerdocio de Melquisedec; el sacerdocio de Aarón es inferior al sacerdocio de Cristo.
Estamos muy agradecidos que la misericordia es un atributo de Dios. Es una de nuestras mayores necesidades. La misericordia es una expresión de Su buena voluntad para perdonar a los pecadores y rescatarnos del infierno eterno. La misericordia incluye el amor como también la demostración práctica de la compasión.
Por razón de que Dios es también santo, Él tiene que enforzar la penalidad por el pecado, pues «la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). En el Antiguo Testamento, un cordero inocente e impecable tomaba el lugar del israelita y era matado en su lugar por sus pecados. El judío piadoso era recordado continuamente que «la vida de la carne en la sangre está, y Yo (Dios) os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas» (Levítico 17:11). Pero, la necesidad de los muchos sacrificios cesó cuando Jesús, el Inocente e Impecable Hijo de Dios, murió en la cruz por nuestros pecados y vino a ser «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
«Y aunque (Jesús) era Hijo. . . vino a ser Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:8-9). « (Por) Su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido (para nosotros) eterna redención. . . . ¿(Cuánto) más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios Vivo?» (9:12-14).
Desde que todos nosotros faltamos tantas veces de ser todo lo que podemos ser y siempre nos merecemos el juicio de Dios, es Su misericordia la que le da a cada creyente la seguridad de tener una relación continua con Dios. En cambio, el creyente verdadero expresa la misma misericordia en sus relaciones con otras personas porque el Espíritu de Dios mora en su corazón. Tenemos Su promesa: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mateo 5:7).
La verdad, la justicia, y la verdadera misericordia son inseparables. Jesús ilustró la misericordia al hablar sobre un buen samaritano que cuidó de un extranjero que no tenía quien le cuidara y que había sido golpeado y dejado medio muerto (Lucas 10:33-37). «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia (compasión), de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros» (Colosenses 3:12-13).
NECESITAMOS A DIOS NUESTRO ALFARERO.

Nosotros no podemos llegar a cumplir un buen propósito en nuestras vidas sin Dios, tal y como el barro no puede llegar a ser una vasija útil sin el buen alfarero.

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