SOLO HAY UN
EVANGELIO Y UNA SOLA VERDAD LO ACLARA PABLO.
Hay sólo un
evangelio; Pablo reprende a Pedro; la justificación es por la fe, no por la
Ley; la Ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo.
Esta
epístola establece para siempre la verdad que hay sólo un camino para evitar el
infierno eterno y estar seguro de la vida eterna en el cielo tanto para el
judío que como para el pagano: «nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a Sí
mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a
la voluntad de nuestro Dios y Padre» (Gálatas 1:3-4). Aquí Dios nos recuerda
que nadie se merece o puede ganarse la vida eterna en el cielo por cumplir la
Ley. Solamente podemos «ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras
de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado. Y si
buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores,
¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera» (2:16-17). El
completo significado de la gracia de Dios y su amorosa bondad, la cual ni aun
nos merecemos, fue revelada cuando Jesús murió en la cruz para que nosotros
pudiéramos ser rescatados del juicio que nos merecemos por nuestros pecados y
finalmente estar en el cielo con Él para siempre.
Desde que
nadie tiene la habilidad de cumplir toda la Ley de Dios, «Cristo nos redimió de
la maldición de la Ley, hecho por nosotros maldición» (3:13). Estos hechos nos
guían a reconocer nuestra necesidad del Salvador. «De manera que la Ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la
fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo» (3:24-25). En lugar de esto,
somos guiados y habilitados por el Espíritu Santo que mora en nosotros para ser
«hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego;
no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno
en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham
sois, y herederos según la promesa» (3:26-29).
Dios nos ha
encomendado para llegarnos al mundo con las buenas nuevas que nuestro Señor
Jesucristo, el Impecable Hijo de Dios, tomó nuestro lugar y murió por nuestros
pecados. El Señor «nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado
al reino de Su Amado Hijo» (Colosenses 1:13). Nuestra verdadera ciudadanía está
ahora mismo en el cielo, mientras que nosotros aquí en la tierra esperamos la inminente
reunión en el aire con Jesús. «(El) principado sobre Su hombro; y se llamará Su
nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz»
(Isaías 9:6).
RECUERDE QUE
EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR A JEHOVÁ.
Si tememos
mucho a los hombres es porque tememos a Dios muy poco.
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