miércoles, 23 de diciembre de 2015

ES NECESARIO PROBAR TODOS LOS ESPÍRITUS NOS ENSEÑA EL APÓSTOL JUAN.

ES NECESARIO PROBAR TODOS LOS ESPÍRITUS NOS ENSEÑA EL APÓSTOL JUAN.
Cómo aprender a probar los espíritus; una súplica a continuar en el amor fraternal; el testimonio del Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo dirigió al apóstol Juan a escribir: «Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (I de Juan 4:1). El engaño doctrinal se puede ver esparcido por todas partes y a veces es difícil para discernir. Jesús nos advirtió: «No todo el que Me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).
Muchas personas que creen que son «hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes» (8:12). La consecuencia de la decepción es horrible. La mayoría de las personas «religiosas» en el mundo serán «(echadas) el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes» (13:42). Nada es más importante que poder quitar todas las dudas y saber que nosotros estamos con los «pocos. . . que la hallan (la vida eterna)» (7:14). Desde que esto determina nuestro destino eterno, la Palabra de Dios nos dice: «Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe» (II de Corintios 13:5). Jesucristo nos advierte: «Mirad que no seáis engañados» (Lucas 21:8). El apóstol Pablo nos amonesta: «más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (II de Timoteo 3:13). El apóstol Juan nos dijo: «Pues este es el amor a Dios, que guardemos Sus mandamientos. . . (Porque) todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (I de Juan 5:3-5).
«(Ser) nacido de Dios» es mucho más que una aceptación intelectual de las doctrinas teológicas. Ello afecta toda la vida — el corazón tanto como la mente. También moldea nuestro carácter y nuestra conducta. Si nuestra confesión de fe que «Jesús es el Hijo de Dios» (4:15) es genuina, entonces tenemos un deseo de ser obedientes a Sus mandamientos (5:2). Nosotros diariamente estamos involucrados con Jesús: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).
A la vez que verdaderamente creemos en Cristo como el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, es que entonces somos participantes de Su vida y compartimos en Su victoria. Para Sus seguidores, Jesucristo nos ha prometido: «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Por consiguiente «en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó» (Romanos 8:37).
EL AMOR A CRISTO LO DEMOSTRAMOS AL AMAR A OTROS.

La sinceridad de nuestro amor para con Cristo se puede medir por la benevolencia que mostramos a otros.

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