EL APÓSTOL
PEDRO NOS HACE UN LLAMAMIENTO A LA SANTIDAD.
El
llamamiento a la consagración del creyente; el correcto uso de la libertad del
creyente; el ejemplo del sufrimiento de Cristo.
El apóstol
Pedro le llama a todos los creyentes: «elegidos según la presciencia de Dios
Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre
de Jesucristo» (I de Pedro 1:2). La frase «ser rociados» se menciona para hacer
referencia a la sangre que fue rociada sobre el altar de bronce como un símbolo
de que Dios les aceptaba (Éxodo 24:1-11).
Como
creyentes, nosotros esperamos «una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el
poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada
para ser manifestada en el tiempo postrero» (I de Pedro 1:4-5). Sin embargo,
durante nuestro breve tiempo en este mundo, el apóstol Pedro nos ruega como
«extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que
batallan contra el alma» (2:11).
Pedro aquí
nos recuerda del engaño del pecado, al decir: «como hijos obedientes, no os
conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino,
como Aquel que os llamó es Santo, sed también vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir. . . . Habiendo purificado (limpiado) vuestras almas por la
obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido
(genuino), amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de
Dios que vive y permanece para siempre. . . . Más la Palabra del Señor
permanece para siempre» (1:14-15,22-23,25).
Desde que la
Biblia es nuestra fuente de dirección y fuerza, el apóstol Pedro les ruega a
todos los creyentes: «desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (2:2). Pedro señala que
el nutrimiento de la Palabra es esencial si vamos a vivir «como hijos
obedientes». Esto sólo puede referirse a nuestro rendimiento a la autoridad del
Señor desde que todo esto es para nuestro bien. El apóstol Pedro también
describe a los creyentes «como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (2:5). Cada
uno de nosotros somos un templo sagrado para el Espíritu Santo que mora adentro
del creyente. Añadiéndole a esto, todos los creyentes hemos sido escogidos a
ser «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz
admirable» (I de Pedro 2:9).
DEBE HABER
UNA DIFERENCIA ENTRE EL HOMBRE VIEJO Y EL NUEVO EN CRISTO JESÚS HOY.
¿Pueden
otras personas ver una diferencia entre nuestras vidas hoy en día como
creyentes y nuestras vidas en otros tiempos como incrédulos?
EL
LLAMAMIENTO QUE DIOS NOS HA HECHO.
Salmo 37:6:
“Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía.”
Un
predicador laboraba en una iglesia donde había sentido que Dios lo había
llevado. Sin embargo, nada parecía estar funcionando, por ello él quería irse a
otra iglesia. Él le dijo a un amigo: “Yo sé dónde me puso Dios y sé que Él me
puso aquí, más me pregunto si se recordará dónde me puso.” ¡Sí, Dios recuerda!
Él no le ha olvidado. Él nunca se demora. No apresure a Dios. No piense que Él
le ha abandonado porque sus oraciones no están siendo contestadas. Él
convertirá su medianoche en sol resplandeciente, su lamento en baile.
Sírvase leer
el Salmo 37:4-7. Regocíjese en la esperanza de la providencia y provisión de
Dios en su vida.
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