miércoles, 23 de diciembre de 2015

ES NECESARIO GRITARLO A LOS CUATRO VIENTOS SÍ SÍ ES EL SEÑOR.

ES NECESARIO GRITARLO A LOS CUATRO VIENTOS SÍ SÍ ES EL SEÑOR.
Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! San Juan 21:7.
Una variedad de pensamientos y sentimientos traspasan nuestros corazones y mentes en estos pocos días antes de la Navidad, pero hay uno que se me resalta hoy: porque  Jesús vino a la tierra como un Bebé hace aproximadamente 2,000 años, vivió y amó entre nosotros, murió por nuestros pecados y se elevó otra vez, Él ha establecido nuestra identidad.
Después de la caída del hombre en el Huerto del Edén, la humanidad perdió su comunión cercana con Dios. Aunque todavía amados por su Creador, Adán y Eva habían cortado la unión de la que ellos habían disfrutado antes de que cedieran a la tentación. La humanidad entonces comenzó a experimentar un  largo lapso de amnesia, desperdiciando  sus vidas tratando de encontrar la realización aparte de Dios porque ellos han olvidado quienes son.
Jesús vino a restaurar la unión que se había separado del Padre y recordarnos de nuestra verdadera identidad: los hijos de Dios, los discípulos que Él amó.
¿No es esto un pensamiento asombroso? No era solamente el discípulo Juan a quien se podría referir como “el discípulo que Jesús amó,”, pero todos y cada uno de nosotros que ha permitido la unión a Dios y ser restaurados a la obra expiatoria  de Cristo en la Cruz. Esto es quizás uno de los aspectos más poderosos de la encarnación, algo que no acentuamos lo suficiente.
Mientras anda usted durante estos días antes del Advenimiento y durante Navidades pasadas, considere esta gran verdad en su corazón, como Maria lo hacía tan a menudo. Entonces, la próxima vez que tenga la oportunidad de describirse a alguien, considere incluso la declaración, “soy el discípulo que Jesús ama.” Quizás usted tendrá hasta la posibilidad de abrirle los ojos a alguien más a esa  gran verdad en su propia vida también.
¡Tengan una bendecida Navidad, mis queridos amigos!

POR. KATHI MACIAS.

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