ES NECESARIO
GRITARLO A LOS CUATRO VIENTOS SÍ SÍ ES EL SEÑOR.
Entonces
aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! San Juan 21:7.
Una variedad
de pensamientos y sentimientos traspasan nuestros corazones y mentes en estos
pocos días antes de la Navidad, pero hay uno que se me resalta hoy: porque Jesús vino a la tierra como un Bebé hace
aproximadamente 2,000 años, vivió y amó entre nosotros, murió por nuestros
pecados y se elevó otra vez, Él ha establecido nuestra identidad.
Después de
la caída del hombre en el Huerto del Edén, la humanidad perdió su comunión
cercana con Dios. Aunque todavía amados por su Creador, Adán y Eva habían
cortado la unión de la que ellos habían disfrutado antes de que cedieran a la tentación.
La humanidad entonces comenzó a experimentar un
largo lapso de amnesia, desperdiciando
sus vidas tratando de encontrar la realización aparte de Dios porque
ellos han olvidado quienes son.
Jesús vino a
restaurar la unión que se había separado del Padre y recordarnos de nuestra
verdadera identidad: los hijos de Dios, los discípulos que Él amó.
¿No es esto
un pensamiento asombroso? No era solamente el discípulo Juan a quien se podría
referir como “el discípulo que Jesús amó,”, pero todos y cada uno de nosotros
que ha permitido la unión a Dios y ser restaurados a la obra expiatoria de Cristo en la Cruz. Esto es quizás uno de
los aspectos más poderosos de la encarnación, algo que no acentuamos lo
suficiente.
Mientras
anda usted durante estos días antes del Advenimiento y durante Navidades
pasadas, considere esta gran verdad en su corazón, como Maria lo hacía tan a
menudo. Entonces, la próxima vez que tenga la oportunidad de describirse a
alguien, considere incluso la declaración, “soy el discípulo que Jesús ama.”
Quizás usted tendrá hasta la posibilidad de abrirle los ojos a alguien más a
esa gran verdad en su propia vida
también.
¡Tengan una
bendecida Navidad, mis queridos amigos!
POR. KATHI
MACIAS.
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